uando joven, tuve una novia en Arrasate con la que iba al Otamendi y paseaba, pero un día, sin más, me dejó. Desolado por el abandono, me cuestioné qué hacer, pues querer a alguien me resultaba imprescindible, era la energía que alimentaba mi alma. En el desconcierto, por un tiempo decidí amarme a mí mismo. Y aunque parezca inaudito, he recordado esta historia tras escuchar un debate parlamentario sobre parques eólicos. Resulta que Bildu es gran amante de la energía, sobre todo la que alimenta la industria y el trabajo que genera, que no hay más que verles cómo se ponen cada vez que cualquier empresa, por consumidora de energía que sea, habla de regulación o cierre. Por otro lado, siendo grandes animadores de postulados energéticos de los de acabar con el cambio climático, no quieren energía que venga del petróleo, razón por la que odian el gas en Araba, mientras aman las energías limpias, pero en aquel debate se posicionaron también en contra de los parques eólicos que propone el Gobierno Vasco en algunos montes, que es donde de verdad está el aire en movimiento. En conclusión, aman la energía pero tienen desamor hacia cualquier sistema de producirla de forma masiva. O sea, un desbarajuste entre amores y desamores. Yo, sin desamar nada y necesitado de amor, me encontré a mí mismo como urgencia, y aquello me sirvió durante un tiempo aunque a punto estuve de un esguince de muñeca. Bildu, necesitado del amor al bienestar que genera la energía pero que desama toda forma de generarla, va a necesitar un hiperbólico amor propio energético. Y como no creo que les baste con un molinillo en cada txapela o una miniplaca solar en cada estirada oreja por la goma de la mascarilla, les sugiero usar las Wank Bank, pulseras que generan energía a cascoporro con la masturbación de ambos sexos. Y dale que te pego compulsivamente a mover maquinaria y calentar hornos de nuestras fábricas.