ierre Lescure es un conocido profesional de la tele en Francia, que ha protagonizado momentos estelares de este medio en su desarrollo contemporáneo y acaba de manifestar que hoy, la tele es una mezcla de elementos mediáticos entre información y entretenimiento. Estas dos funciones presentadas al público al mismo tiempo y mezcladas con estética cuidada y luminosa, hacen de este manera de hacer tele, la más demandada de la aldea global, si dejamos aparte el conglomerado digital. De este planteamiento surgen los medios actuales y en especial, la tele, magnífico electrodoméstico que acompaña la vida de los humanos en este tránsito de pandemia cruel y asesina. Los límites entre lo informativo y el entretenimiento se combinan con habilidad pasmosa en muchos de los programas que están en las parrillas de las teles, jugando a hacer tele engañosa, consumista y difusa en busca del aplauso millonario de consumidores/televidentes. Esta tele de nuestros pesares diarios ha desarrollado también un sistema de grandes estrellas, en modo presentadores/as, conductores y otros animadores del cotarro televisivo que adquieren la condición de divas y famosos de la condición mediática. Y estas divas se enganchan de vez en cuando en peleas públicas para aumentar las ventas de revistas y espacios televisivos llenos de mala intención, escandaleras y agresiones verbales sin fin. Isabel Gemio y María Teresa Campos se han enzarzado en una pelea estúpida por culpa de los egos enfrentados que ambas atesoran, y que por pequeño asunto de quítame allá esas pajas ha estallado en el momento actual con agresiva inquina.Estas dos estrellitas doradas han perdido los papeles, han desnudado sus inquinas personales y han desbarrado en plaza pública para solaz del personal, que asiste estupefacto a este choque trenes de referentes mediáticos que hacen del escándalo, motivo de actuación pública. Y es que personajillos como las citados ridiculizan el papel de influyentes sociales que debieran ser ejemplo de buen hacer, educación y cuidadas maneras. Pero su ego desmesurado les impide apostar por el sentido común y las buenas prácticas.