n la Nochevieja de 1879, un treintañero ambicioso que respondía al nombre de Thomas Alva Edison, logró una hazaña sin precedentes: consiguió iluminar el tenebroso Menlo Park de Nueva Jersey gracias a su invento de la lámpara incandescente con filamento. Colocó en esa plaza un sistema de alumbrado con medio centenar de focos ante el estupor de los presentes. Esa noche la Humanidad dio un paso de gigante frente a las tinieblas... pero las polillas e insectos del mundo supieron intuitivamente que la pena de muerte se había instaurado en la Tierra.

Orientación transversal. Los lepidópteros nocturnos -Horacio cree formar parte de esta subespecie animal- como las polillas, se desplazan gracias a un sistema de geolocalización anterior al Google Maps: la Luna. La darwiniana evolución de los bichitos voladores les ha llevado por algún motivo de supervivencia, a tomar como referencia la luz nocturna que emite la gran Selena.

Y si en la tradición navideña los Reyes Magos seguían una estrella y los marineros se han servido de la posición de la Osa Mayor en el firmamento para encaminar sus singladuras, las polillas utilizan la denominada Orientación Transversal para dirigir sus pasos hacia puerto seguro.

Atracción fatal. Pero desde que el listillo de Ohio patentó la bombilla a finales del XIX, esta reverencia al satélite que inspiró a tantos poetas se tornó en una atracción letal. Los entomólogos explican que los ojos de estos insectos están sintonizados con la luz tenue, por lo que un foco potente actúa como un superestimulante. Es decir, los mosquitos y sus colegas se meten un chute extra de Luna artificial que les origina un subidón extremo... hasta la calcinación.

Y Horacio, no sabe porqué, ha pensado todas estas sandeces cuando ha visitado la gran bola de luz que ha colocado el Ayuntamiento en la plaza de la Virgen Blanca...