abrán oído la historia de un prestigioso pianista que, en un concierto como solista, sorprendió a su público con la interpretación más horrorosa de su carrera. Ante un auditorio repleto, el pianista encadenó temas, a cada cual más horriblemente interpretado. ¿Cómo era posible que sus brillantes composiciones sonaran tan mal? Cacofonías, descompase... Fue al final del concierto, cuando el pianista lo explicó. Había interpretado sus temas usando solo las teclas blancas del piano. O solo las teclas negras. El recital lo cerró con una nueva interpretación de su pieza más famosa, esta vez usando todas las teclas del piano, sin descartar ninguna. La hermosura de esta música fue ovacionada por doble motivo: el estético y el ético. Un barrio, un pueblo o una ciudad es como una composición musical en la que todas las teclas cuentan. Cuando alguien plantea silenciar algunas o retirarlas del teclado, me alarmo. Me ocurrió ayer, al escuchar el comunicado del Movimiento popular de Vitoria: "Gaztetxea zabalik: La ciudadanía vitoriana queremos el gaztetxe abierto". En él, este centro social y cultural autogestionado, que lleva 32 años funcionando desde la colina del Casco Viejo de Gasteiz, nos recordaba su valor como tecla del piano. A su vecindario no le hacía falta el recordatorio, por el historial de solidaridad entre el Gaztetxe y el barrio desde los años ochenta. Idem a las personas refugiadas, asociaciones antirracistas, grupos de música locales, jóvenes buscando ocio no consumista, formadores en reparación de bicicletas, conferenciantes€ a quienes este ateneo cultural (no lonja juvenil) abre siempre sus puertas (como los de Amurrio, Aramaio, Laudio, Zuia). Y es que Vitoria no es Vitoria sin el gaztetxe. Gazte+etxe= la casa de la juventud, y no solo juventud. Curioso que fonéticamente suene tanto a Gasteiz + etxe= la casa de Gasteiz.