El espacio es una fuente de progreso y seguridad; de éxito tecnológico y comercial. Aunque quizás no seamos conscientes de ello, los sistemas espaciales desempeñan ya una función sensible en numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana. Y son también muy importantes para la preservación de muchos intereses estratégicos.
El sector espacial global se sitúa en primera línea de la innovación tecnológica, contribuyendo a avances de vanguardia, a la resiliencia y a la seguridad de las sociedades modernas y democráticas, ya sea directamente o a través de sus efectos indirectos. Los servicios satelitales, los datos y sus aplicaciones son indispensables para la organización y el correcto funcionamiento de una sociedad moderna y democrática. Son una fuente de progreso y bienestar que se pone al servicio de numerosos objetivos y políticas, como el transporte, la movilidad, la sociedad de la información, la seguridad, la salud, la competitividad industrial, el medio ambiente, la agricultura, la pesca, los mercados financieros o la protección civil.
La política espacial contribuye a crear empleo e impulsar el crecimiento y la inversión, pero también desempeña un papel crucial en el apoyo a la doble transición hacia un modelo económico e industrial ecológico, digital y seguro, y expande las fronteras de la ciencia y de la investigación.
El valor de la economía espacial es sustancial y se prevé que crezca significativamente con la extensión de sus efectos a cada vez más sectores de la economía en general. El valor de la economía espacial mundial en 2023 ascendía a 630.000 millones de dólares y las estimaciones para el futuro indican que podría alcanzar los 1,8 billones de dólares para 2035, con un crecimiento promedio del 9 % anual.
Pero, además, si consideramos la economía en general, donde el espacio desempeña un papel clave para otras industrias clave, en términos de creación de nuevos mercados y generación de valor añadido, el valor estimado del sector ya supera los 3 billones de dólares.
La industria espacial está experimentando un profundo cambio estructural, con una mayor participación de empresas privadas y un rápido crecimiento de las startups innovadoras.
La UE ha desarrollado a lo largo de los años activos y capacidades espaciales estratégicas de primer nivel, con competencias técnicas comparables a las de otras potencias espaciales en la mayoría de las áreas. La UE es una potencia espacial con importantes capacidades industriales y conocimientos técnicos, especialmente, en lo que respecta al ensamblaje e integración de sistemas; es decir, a las últimas etapas de la cadena de valor. Representa directamente a más de 250.000 empleos altamente cualificados, con un valor añadido estimado de entre 46.000 y 54.000 millones de euros.
Constatamos, sin embargo, que la UE ha perdido terreno en actividades espaciales y que un mayor rezago podría traducirse rápidamente en una mayor dependencia estratégica. La UE ha perdido su liderazgo en el mercado de lanzadores comerciales y satélites geoestacionarios. Los lanzadores espaciales y las misiones espaciales están dominados por EE.UU., China y Rusia, y cada vez más por agentes privados. Y hay que destacar que el acceso autónomo al espacio es un requisito previo para la autonomía estratégica de la UE, para lo que disponer de sistemas de lanzadores europeos, que se enfrentan a retos estratégicos clave, son una prioridad. Hoy en día, si bien conserva la competitividad técnica en los segmentos espaciales de observación de la Tierra, navegación y exploración, la UE está a la zaga de EE.UU. en propulsión de cohetes, megaconstelaciones para telecomunicaciones y receptores y aplicaciones satelitales. La UE también depende en gran medida de las importaciones de componentes electrónicos de alta gama (semiconductores) y detectores.
El Programa Espacial de la UE 2021-2027 llegará pronto a su fin y urge iniciar ya una reflexión en torno al siguiente Programa (2028-2034), porque, como es notorio, muchas de las actuaciones en el ámbito del espacio son a medio plazo, y los retos son de envergadura. Será necesario, entre otras cosas, aumentar las inversiones e incrementar el esfuerzo dedicado a la I+D.
El Gobierno Vasco, en su reciente Plan de Industria-Euskadi 2030, ha definido, con acierto, al aeroespacial como un sector prioritario de presente y de futuro. Con unas 70 empresas agrupadas en el Cluster HEGAN, el sector aeroespacial vasco emplea a unas 16.000 personas. También hace unas semanas, el Senado, a iniciativa del Grupo Vasco, aprobó por unanimidad una moción en la que se subraya que el sector aeroespacial es básico para el desarrollo de la Autonomía Estratégica de la UE.
La capacidad y la libertad de actuación futuras de la UE dependerán de si la UE es capaz de tomar hoy decisiones ambiciosas, guiadas por sus valores e intereses, en todos los ámbitos políticos y económicos que tiene identificados. También, en el espacial. Toda potencia espacial es sinónimo de voluntad política. Europa tiene mucho que ganar – o que perder – en función de su presencia o ausencia en este campo y más en este contexto geopolítico actual. En juego está nuestro estilo de vida, donde incluyo, además de nuestro nivel de desarrollo económico, social y cultural, valores como la defensa de los Derechos Humanos, de las libertades y de la democracia.
Senador de EAJ/PNV