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Tribuna abierta

Las visitas del Grupo Vasco a Pío XI, Juan Pablo II y Francisco

No se entiende la historia del EAJ-PNV sin el contexto religioso en el que nació como partido confesional siendo su fundador, Sabino Arana, alguien que no solo le dio como lema Jaingokoak eta Lege Zarra (Dios y Ley Vieja), sino lo conformó como un partido claramente defensor de la fe católica. Todas sus alusiones políticas tenían como fin ser euskaldunes creyentes. ”Euskaldun Fededun”. No es el caso, tratar ahora este interesante asunto pero tras el ambiente creado con el fallecimiento del Papa Francisco, solo apuntar algunos hechos que quizás convenga recordar.

Fue Indalecio Prieto quien, a raíz de introducirse en el borrador del conocido como estatuto de Estella de la Sociedad de Estudios Vascos la posibilidad de una relación directa de la Euzkadi resultante con el Vaticano, sin pasar por Madrid, como lo tenía Baviera, ante la tensa situación que vivía la República con la Jerarquía Eclesiástica, el líder socialista denunció al diputado José Antonio Agirre y al PNV de propiciar un “Gibraltar Vaticanista”. No prosperó aquel Estatuto y se redactó otro borrador que fue discutido, pero al cambiar las tornas en el llamado “bienio negro” de los republicanos de derechas y ante la puesta en cuestión al PNV por parte de la Iglesia y del periódico católico La Gaceta del Norte y de El Liberal desde el mundo republicano-socialista, es cuando al EBB del PNV decidió solicitar al papa Pío XI una reunión en el Vaticano para explicarle lo que ocurría y denunciar el por qué era inadmisible que los obispos actuaran como gobernadores civiles, impidiendo incluso los nombres en euskera al bautizar a los niños, amén de sus campañas tergiversadoras de la realidad.

Tras las gestiones hechas en el Vaticano por religiosos vascos con el fin de concertar la entrevista, redactaron un memorial sobre la situación y una delegación presidida por el presidente del EBB, Doroteo Ziaurritz y el burukide Pablo Egibar, secretario del EBB acuden a Roma en el momento en el que el presidente del gobierno, Portela Valladares convoca elecciones. No obstante, y con un frac en la maleta, una delegación de diputados compuesta por Agirre, Irujo, Landaburu, Robles Arangiz, Eliodoro de La Torre, Kareaga, Basterretxea y José Eizagirre del Tribunal de Garantías de la República y el sacerdote de Bermeo, Evaristo de Etxebarrieta llegan a Roma, creyendo ingenuamente que no habría ningún problema. En Euzkadi La Gaceta del Norte se preguntaba con grandes titulares. ”¿A qué han ido a Roma los Nacionalistas Vascos?”. El viaje era, teóricamente, secreto o más bien, discreto.

Pronto chocan contra el muro vaticano. Los recibe Monseñor Pizzardo, quien les dice que, en aquel período electoral, la unión de los católicos españoles es primordial y que primero era Dios y luego la Patria. Les responden los nuestros que era gran verdad y que el PNV lo proclama en su lema, pero que no veían la necesidad de esa unión electoral y que desde el punto de vista político había muchas y poderosas razones que se oponían a tal unión con la Confederación española de las Derechas Autónomas (la CEDA) de Gil Robles, y que ellos habían viajado a Roma a entrevistarse con el Papa. Como de aquella reunión no sale nada, al día siguiente madrugan y se presentan muy temprano en la antesala del despacho del Cardenal Pacelli, que era el secretario de Estado y futuro Pío XII. Allí esperan y un camarlengo pontificio les dice que el cardenal, ante el fallecimiento del rey de Inglaterra Jorge V, tenía que ir a la embajada inglesa a dar el pésame y que monseñor Pizzardo les diría la hora de la audiencia. Como hacía buen tiempo y era temprano deciden ir a pie al hotel Flora donde se alojaban. A medio camino envían un telegrama a D. José Horn que dice: “Todo marcha bien, prolongaremos estancia algún día. Aguirre”. Este quería poner “muy bien” pero Irujo le pide quite lo de “muy”, pues él, como los aldeanos, no se fiaba del todo hasta tener las cosas en la mano. Tras desayunar, se van todos a confesarse donde los Trinitarios y posteriormente a ver las catacumbas de San Calixto.

No es el caso de relatar todo aquel interesante suspense, que me narró Irujo, y lo que hacen en Roma ya que tras una serie de vicisitudes van el jueves 23 a visitar de nuevo a monseñor Pizzardo y le dicen que llevan dos días esperando. Les quiere pasar a un saloncito pero los diputados le dicen que lo que tenga que decirles se lo dijera en ese momento: ”Miren señores. Desde Madrid nos han comunicado que ustedes, los nacionalistas vascos, son los únicos que no quieren ir unidos con los demás católicos en las elecciones próximas y en tales condiciones, cree el cardenal Pacelli que no les puede recibir sin contraer una responsabilidad de conciencia”. Semejante salida de pata de banco les deja estupefactos. Allí mismo redactan una nota: “Los nacionalistas vascos no se unen para las elecciones con las derechas españolas, porque la religión no les obliga a ello, y la política se lo prohíbe”. Se lo enseñan a Pizzardo y tienen una bronca de pantalón largo con el Monseñor y terminan diciéndole que ellos no habían ido a Roma a recibir instrucciones políticas y regresan a Euzkadi con una crítica muy subida tanto del periódico de Prieto, El Liberal como del católico La Gaceta del Norte. Afortunadamente, en las elecciones de aquel 16 de febrero del 36 gana el Frente Popular y el PNV, que va solo, tiene un magnífico resultado.

Cruzada y dictadura

Perdidas las elecciones ese febrero, la derecha, junto a los militares y la ayuda nazi y fascista dan el golpe militar el 18 de julio y los obispos firman su Carta Colectiva, no suscrita ni por el obispo catalán ni el vasco. El PNV con su apoyo al régimen legítimo de la República rompe la imagen de Cruzada religiosa, al ser un partido católico, lo que irrita a los cruzados. Los militares fusilan a 16 sacerdotes vascos, los persiguen y ante ello, la intelectualidad católica francesa y el sacerdote italiano don Luigi Sturzo ayudan a los vascos creando la Liga Internacional de Ayuda de los Vascos, receptáculo prenatal de la Democracia Cristiana europea, que tras la guerra mundial crea los Nuevos Equipos Internacionales en Chaudfontaine en 1947, estando en el cuadro de honor Agirre y Landaburu. En 1946, el PNV es el único partido que en Roma es invitado a la creación de la DC italiana, cuyo máximo líder, Alcide de Gasperi es uno de los promotores de la Europa federal siguiendo el principio tomista de la subsidiariedad. La socialdemocracia nace de las encíclicas y de la doctrina social de la Iglesia. La socialdemocracia, del marxismo. En 1948, Adenauer entra en aquella plataforma, en una reunión celebrada en la sede de la Delegación Vasca de París en la Av. Marceau. Y en 1963, se crea el Equipo Demócrata Cristiano del estado español en Taormina, con el partido de Gil Robles, Unió Democrática de Catalunya y Ruiz Jiménez. Era un Equipo, no aquella CEDA rechazada por nuestros representantes en 1936, sin olvidar a los sacerdotes vascos encarcelados en Zamora o redactando una carta colectiva 339 sacerdotes en 1960 contra una dictadura que lo reprimía todo, incluyendo el idioma o lo que le ocurrió al Obispo Añoveros.

Muere el dictador en 1975 y comienza una trabajosa transición donde ocurre de todo. En Iruña, en marzo de 1977 el EAJ-PNV sale de la clandestinidad con su ideología y organización actualizada. En ella se produce el debate sobre el lema JEL y la confesionalidad o no del partido y ésta se elimina. El laicismo avanzaba y un partido transversal ha de acoger a todos los que respeten la ideología política básica, sin enmarcarla en una religión concreta pero sin olvidar el contexto occidental judeocristiano de su identidad, no musulmán, y sin olvidar los orígenes de un partido que respeta su ser y su adscripción social cristiana existencial y en el preámbulo y, sin prescindir de su lema, alude a su inspiración cristiana con su jerarquía de valores, que había sido una de las razones de su identidad y perdurabilidad superando guerras, exilios y persecuciones, y con esa imagen de Ajuriaguerra volviendo de sitio seguro a seguir la suerte de los gudaris como modelo de conducta.

Juan Pablo II y Monducci

El 6 de noviembre de 1982, el Papa Juan Pablo II en su viaje al estado español hizo una parada en Loiola. Habida cuenta de la tradición católica vasca y siendo polaco, se le pidió que como gesto besara el suelo como cuando llegó a Madrid. No lo hizo. Aquella gestualidad, en plena ofensiva de ETA, les pareció a algunos una concesión, mezclando churras con merinas, y se desconoció todo el aporte misionero y religioso del pueblo vasco en toda su historia, condicionando el viaje y el aterrizaje del helicóptero en Loiola, aunque no pasó nada. En la parte trasera de la basílica se celebró una eucaristía ante unas 200.000 personas bajo los sones de la marcha de San Ignacio que fue coreada en euskera. En la calle, 280 agentes de la primera promoción de la ertzaintza, que se habían desplegado, apenas un mes antes, hacían sus pinitos. El lehendakari era Carlos Garaikoetxea, el obispo José María Setién, el consejero de Interior Luis María Retolaza y los encargados de la coordinación, el consejero Javier Caño y Eloy Unzalu. Todo salió perfectamente.

Cuando se cumplió el centenario del nacimiento de Alcide de Gasperi, viajé a Roma con Xabier Arzalluz y Gorka Agirre. El PPE había preparado actos en su recuerdo y uno de ellos era visitar en el Vaticano al Papa. Y allí estuvimos y de allí volvimos con los rosarios que nos obsequiaron. En dicho viaje recordamos aquella fallida visita de los diputados vascos a Pío XI y acordamos intentar algo parecido, preparando previamente un memorial.

Solicité entrevista con el Nuncio Tagliaferri, que se encargó en tramitarla. Al día siguiente su secretario me llamó a la Nunciatura para preguntarme si los cuatro diputados que íbamos a acudir con nuestras esposas estábamos “bien casados”. “Perfectamente –le dije– como Dios manda”. Hablé en nombre de Joseba Zubia, Emilio Olabarria e Ignacio Etxeberria, los cuatro diputados que habíamos quedado en 1986, tras pasarse dos al Grupo Mixto tras el nacimiento de EA. Al poco me contestaron que el Papa nos recibiría. Íbamos a sacarnos aquella espina. Y allí viajamos el 8 de noviembre de 1988.

Y efectivamente nos atendió, pero en la gran sala de Audiencias Pablo VI del Vaticano. Allí le entregamos nuestra carta y una Argizaiola. Estuvo atento, pero ahí quedó la visita algo que enfureció a nuestras queridas doñas, Marisol, Alazne, Arantza y María Esther que, ni cortas ni perezosas y por los pasillos Vaticanos y superando guardias suizos, llegaron al despacho de monseñor Monducci, gran jefe de la cosa, y le montaron una bronca como la que le montaron los diputados a monseñor Pizzardo en 1936. El pasaitarra monseñor Laboa nos dijo eso nos había ocurrido por no haberle pedido a él el viaje pero nos aconsejó comiéramos en el Il Quattro Mori, donde iban los cardenales y allí fuimos. De todas maneras, el cardenal Martínez Somalo agradeció el “elocuente gesto” diciéndonos que “el Santo padre nos había bendecido especialmente”. Seguimos bendecidos.

Visita a Francisco

Esa espina seguía clavada y estando en el Senado decidimos tramitar una visita a través del embajador de España en el Vaticano. Hecha la propuesta y de manera inmediata, nos apuntamos 21 personas entre senadores, un diputado y personal asistente del Grupo. Y allí fuimos, el 8 de enero 2014, a la audiencia general de los miércoles, donde estuvimos separados. Le volvimos a entregar otra Argizaiola, no sé dónde las meterán, y al preguntarle si viajaría a Loiola, no lo confirmó aunque comentó que había celebrado una misa en Buenos Aires en el Aberri Eguna, pero en castellano pues “el vasco es muy difícil”. “Recen por mi”, nos pidió. Estuvo muy amable.

Hay miles de historias vaticanas, sobre todo, con Angelo Roncalli, futuro Juan XXIII, cuando era Nuncio en París y visitó Pasajes de la mano de monseñor Laboa, así como de Pablo VI y las madres de los condenados en Burgos junto a las gestiones del lehendakari Leizaola y Joseba Rezola para que aquel juicio fuera a puerta abierta, cosa que les salvó la vida ante el escándalo mundial.

Con el tiempo, y a pesar del laicismo de la sociedad, la relación con la jerarquía eclesiástica es fundamental, sin olvidar que el EAJ-PNV no es un partido confesional pero si de “inspiración cristiana”, con todos sus valores. Si el nuevo Papa apuesta por una Provincia Eclesiástica Vasca, a siete territorios, eso más que lograremos como identidad de pueblo.

Diputado y senador de EAJ-PNV (1985-2015)