Este año de gracia, 2025, ha sido declarado en Galicia Año Castelao, al cumplirse el 75 aniversario de su fallecimiento, ocurrido el 7 de enero de 1950, en el exilio bonaerense. Castelao denominaba a la capital argentina “La Galicia Ideal”, pues en ella residían casi 100.000 gallegos, con un macrocentro, el Centro Gallego, que poseía diferentes instalaciones, incluído un Gran Hospital, donde nació nuestra querida amiga y gran escritora Arantza Amezaga.
A los dos meses de su óbito, exactamente el 11 de marzo de 1950, el Gobierno Vasco, residente a la sazón en París, en el palacete Marceau, comprado por militantes del PNV, cuya devolución a su legítimo dueño algunos ignaros e indocumentados califican de regalo, organizó un magno homenaje en la memoria del insigne nacionalista gallego, Castelao, “un gallego químicamente puro e infusible al soplete”y primer presidente de Galicia. Cabe la pregunta ¿Por qué ese homenaje? La respuesta es muy sencilla. Castelao era un gran amigo de los vascos hasta el punto de convertirse en un líder carismático, primero para los vascos exiliados y emigrados y más tarde para los asentados en Euskal Herria.
Castelao, en su años de catecúmeno nacionalista gallego, era como la gran mayoría de los de su época un catalanófilo convencido, excepto Lousada Diéguez, que había estudiado en Deusto. Consideraba que el nacionalismo gallego debía mirarse en el espejo catalanista y seguir en cierta manera su modelo. Mas el contacto con los diputados vascos en las Cortes republicanas, los dos viajes a Euskadi, visitando en ambas la Casa de Juntas de Gernika y besando el roble sagrado de las libertades eúscaras y las vicisitudes del exilio y las nuevas amistades vascas fraguadas en él provocaron un cambio paulatino de perspectiva y se convirtió en un acérrimo euskerófilo. En una carta, todavía inédita, escrita desde California y datada el 25 de julio de 1939, dirigida a su más íntimo amigo, Rodolfo Prada, le dice: “Ou República federal, con recoñecemento de las nacionalidades-abolindo o término rexións-ou separatismo. N-este aspecto os únicos que gardan unha liña política dina de louvanza e pol-o seu creto internacional están máis perto da vitoria son os vascos. Hoxe o vasco é algo máis que hespañol e todol-os hespañoles quixeran ser vascos”.
Castelao encontraba y admiraba en los vascos, preferentemente los nacionalistas, mirada limpia, actitud abierta, conducta sin dobleces vulpíneas, ética irreductible y estructural, política sin rodeos, acusada conciencia nacional, sensibilidad social, comportamiento humanista, unidad de acción, ánimo inquebrantable, solidaridad comunal, nobleza de corazón y rectitud de espíritu. Entabló grandes amigos en las Cortes, destacando José Antonio Aguirre y, sobre todo, Manuel de Irujo, sin duda su mejor amigo vasco, como se puede apreciar a través de la correspondencia entre ambos. Desde su llegada a Buenos Aires medraría el aprecio por Ramón Aldasoro y lograría nuevos amigos: Basterretxea, Basaldúa, Lasarte, Amézaga, Jauregui, Tellagorri y otros.
La contrapartida por parte vasca fue erigir a Castelao como líder inolvidable y en su memoria los vascos-galaicos sembraron de monumentos la lujuriosa geografía vasca en Pasaia (1977, 1980 y 1986)), Eibar (1986), Barakaldo (2001), Bilbao (1996) y Donostia (2006). En 1985 Iñaki Anasagasti publicó una extensa obra, Castelao y los vascos, donde desgranaba minuciosamente sus relaciones con los vascos en el exilio a partir de 1940. Pero si abundan los monumentos físicos a su figura, no es desdeñable la dilatada lista de sus obras traducidas al euskera. He aquí el repertorio: Os vellos non deben namorarse (Agurreok maitemindu behar ez), Nós (Gu), Ollo de vidro. Memorias dun esquelete (Kristalezko Begia); Retrincos (Zirtzillak), Antología de Sempre en Galiza (Beti Galizan), Os dous de sempre y Cousas (Betiko Biok y Gauzak) y y su último discurso Alba de Gloria (Egunsenti Argitsua).
A su muerte en enero de 1950, las muestras de condolencia vascas serían muy numerosas: por parte de José Antonio Aguirre, Lasarte, Irujo, Basaldúa, Amézaga, Iñaki de Azpiazu etc. Este último rezó responsos en euskera, los únicos rezados, delante de su cadáver, y ofició en el mismo idioma la misa de funeral, organizada por los vascos y celebrada el 5 de febrero en la iglesia bonaerense de San Juan. Antes, el 13 de enero se había celebrado una velada mortuoria en la Casa de Galicia de Nueva York, con la participación por parte vasca del malogrado Jesús de Galíndez.
El 11 de marzo de 1950 el Gobierno Vasco en París encargó a su gran amigo Manuel de Irujo un magno homenaje en recuerdo a Castelao. Comenzó con una misa en la cercana iglesia de Saint Pierre de Chaillot, con asistencia de los Consejeros del Gobierno, y siguió con una velada en la sede, situada en la avenida Marceau, 11.
Después de unas sobrias palabras del lehendakari Agirre declarando abierto el acto, Irujo, su principal gestor e impulsor, leyó varias adhesiones de personalidades, que, por ausencia o por enfermedad, no habían podido acudir: Rodolfo Llopis, ex-presidente del Goberno republicano y Secretario General del PSOE, Portela Valladares, diputado gallego y ex-presidente del Goberno de la República; el ex ministro cenetista Leiva, que había sido compañero de Castelao en el Gobierno Giral; Miñana, embajador de la República en Belgrado, Xoán Xosé Pla, dirigente galeguista y Nogués, presidente de las Cortes en el exilio.
Pronunciaron discursos en el consabido loor del difunto los siguientes oradores: el catalanista Bosch Gimpera, afamado prehistoriador y exconseller de la Generalitat, que leyó la adhesión del president Josep Irla, Ramón Aldasoro, consejero del Gobierno Vasco y gran amigo de Castelao. De él resaltó una de sus principales preocupaciones, el problema de la justicia en Galiza, porque en ella las víctimas habían sido de un solo bando. Y así resultará un día –comentaba Castelao– “que no nome de Cristo, que nós non invocáramos, teremos que perdoar a quen precisamente o invocaron para matar os nosos irmáns”. Habló seguidamente el señor Domingues dos Santos, jefe do último Goberno democrático de Portugal, en portugués para expresar la adhesión del intelectual lusitano Armando Cortesão. Martínez Risco, diputado gallego y eminente catedrático, dio una entrañable atmósfera gallega a la conmemoración. A continuación habló el señor Arauz, ministro y secretario del Gobierno de la República española, y leyó la adhesión del presidente de la República, Diego Martínez Barrio. Finalmente el presidente Agirre resumió el acto con vigorosas palabras de aliento y un sentido recuerdo al fraternal amigo de Euskal Herria: “En esta casa donde, según se recordó esta noche, Castelao se sentía en suya propia ; en esta casa acaban de oirse voces distintas, ideas diversas y todo eso en corroboración del significado de esta casa que e precisamente eso: tolerancia, respeto mutuo, esfuerzo de comprensión y afán de concordia para llegar a la consecución de los fines comunes. Que de esta conmemoración surja, pues, la decisión de trabajar más y más, con fe absoluta en el porvenir”.
Todo esto y más se podrá leer en el libro Homenaxe del Gobierno Vasco a Castelao en París (1950), de I. Anasagasti y X. Estévez, a presentar mañana, sábado 8 de marzo por la manaña en el batzoki de Txurdinaga, con motivo del homenaje anual a Castelao, organizado por la Fundación Sabino Arana y la Irmandade de Centros Galegos de Euskadi, en el monumento a él dedicado en el parque Europa, donde fue erguido en mayo de 1996 merced al patrocinio de la Excma. Diputación Foral de Bizkaia, presidida a la sazón por Josu Bergara, distinguido galegófilo.
Historiador