Maduro aguanta
Se cumplieron los peores y más probables pronósticos para Venezuela y Nicolás Maduro juró el cargo el pasado 10 de enero para un mandato de seis años. En el acto institucional, el dictador enumeró los grandes valores universales, como “la democracia, la libertad, el entendimiento, la armonía, la reconciliación y el reencuentro”. George Orwell no hubiera podido describir una escena más distópica en sus novelas: un sátrapa evocando la democracia mientras usurpa la presidencia del Gobierno al candidato más votado.
En el auditorio estaban presentes los sospechosos habituales, la corta ristra de dictadores regionales que le sirven de referente y aportan su know how en materia de espionaje y tortura: dígase Cuba y Nicaragua, y algunas delegaciones diplomáticas más, como la china o la rusa. Toda una fiesta de democracia y Derechos Humanos. Entre quienes escuchaban el discurso había también una nutrida delegación vasca de 51 personas, entre las que se encontraba el actual alcalde de Ziortza-Bolibar, un representante institucional que añade una nueva muesca en el sistemático apoyo que EH Bildu presta a las dictaduras caribeñas. Desde su bancada en el Parlamento Vasco, sus parlamentarias y parlamentarios nos aleccionarán después, durante horas, acerca de cómo articular el derecho a decidir o sobre la necesidad de alcanzar grandes acuerdos de País para profundizar en la gobernanza compartida. Puro marketing político que no soporta el más mínimo contraste con su estrategia de alianzas internacionales.
Durante las dos últimas semanas, el régimen chavista ha pisado el acelerador de la represión, apresando a más de 3.000 simpatizantes de la oposición democrática. Ante la apisonadora de Maduro, la Plataforma Unitaria, que reúne al presidente electo, Edmundo González Urrutia, y a la lideresa María Corina Machado deberá jugar sus bazas tanto dentro como fuera del país. En el plano internacional, el nuevo inquilino de la Casa Blanca podría recrudecer las sanciones que pesan sobre las exportaciones del crudo Venezolano. Frente al giro estratégico impulsado por Joe Biden tras la invasión rusa de Ucrania, Donald Trump vuelve a la mano dura y satisfará su promesa al pueblo americano de petróleo barato mediante el impulso al fracking dentro de sus fronteras y las nuevas prospecciones en Alaska. Tal y como describía recientemente el político venezolano Leopoldo Martínez, muy influyente en el gabinete de Biden y en el Partido Demócrata Estadounidense –y flamante Premio Sabino Arana 2024–, esta nueva estrategia pudiera causar efectos indeseados en la democratización del país, dado que las transiciones hacia la democracia son siempre más fáciles cuanto mayor es el peso del sector privado en la economía. Además, el 80% de la ciudadanía que permanece en Venezuela se muestra contraria a las sanciones económicas indiscriminadas que dificultan su vida cotidiana y han demostrado nula efectividad en el pasado.
En el terreno nacional, el dúo opositor Urrutia-Machado deberá mantener sus estructuras en la clandestinidad, afrontando una persecución proporcional a la debilidad del régimen contra la que combaten. Los altos mandos del Ejército de Venezuela mantienen por el momento su fidelidad al dictador, pero las actas electorales procedentes de distritos que cuentan con cuarteles militares, reflejan que los soldados rasos son mayoritariamente favorables al cambio político.
La abrupta sucesión de acontecimientos acaecidos en Siria o Afganistán nos enseña que las fatigas de materiales que acusan los gobiernos en declive son en ocasiones imperceptibles desde fuera. Sabemos, a través de los verdaderos resultados electorales, que los acólitos de Maduro han perdido apoyo popular en todas las capas sociales y que sufren un fuerte aislamiento internacional, pero esto no es de momento suficiente para verles caer. Para que esto ocurra, los venezolanos y las venezolanas deberán seguir transitando un camino sinuoso lleno de dificultades que requerirá otear más allá de la próxima curva, trazando desde el sosiego estrategias de largo alcance. Experiencias históricas como la nicaragüense, en la que el sandinismo ha vuelto a instaurar una dictadura 20 años después, o realidades como la cubana –que llevan enquistadas seis de décadas– nos enseñan que las democracias no fraguan bien si los elementos que las componen no están bien compensados.
Las aproximadamente 15.000 personas que componen la comunidad venezolana en Euskadi nos encontraran acompañándoles en el camino, trasladando su voz a cuantos foros tengamos acceso y describiendo a la opinión pública vasca las dos realidades que allí se confrontan: democracia contra tiranía.
Parlamentario de EAJ-PNV