Sí, me refiero a la ínclita derecha mayoritaria de todas las Españas y restos del Imperio. No por la obsesiva reiteración con la que citan a la bicha de ETA (que también, porque cualquiera diría que la echan de menos) sino por los dos pencos como dos soles obtenidos recientemente en Aritmética y Comprensión Lectora, con la reforma legal exigida por la UE para que se descuenten de las condenas los años ya cumplidos en cárceles extranjeras. Y claro, esa reforma agarra, va y beneficia a una cuarentena de presos de la mentada ETA. Sí, a todos nos gustaría que al restar 400 euros de 1.000 el resultado fuera de 1.400. Pero no. Si de una cantidad sustraes otra de inferior valor, el resultado es siempre menor que la primera cantidad. Aquí, en Lima y a cualquier hora del día. Y si Feijóo lo pone en duda, le reto a comunicar a sus eurodiputados que esos años en Bruselas no computan de cara a la jubilación, por lo que a su vuelta a la patria deberán cotizar aquí los años restantes hasta pasar a esa mejor vida que consiste en cobrar sin dar un palo al agua (aunque algunos de ellos ya habrán vivido esa experiencia).
En cuanto al suspenso en Comprensión Lectora me parece doblemente justo porque penaliza tanto esa falta de comprensión en personas con edad y formación suficientes como -de forma preventiva pero bien traída- una muy probable inclinación extrema a la holgazanería considerada como una de las bellas artes (como consideró Thomas de Quincey el asesinato).Y dado que no quiero ser yo quien siga dando cera, cedo un entrecomillado a Daniel Portero, presidente de la asociación de víctimas Dignidad y Justicia y diputado del PP en la Asamblea de Madrid en declaraciones a EFE: “El proceso ha sido totalmente transparente desde el principio. (...) No tiene disculpa, nadie les ha engañado. No se entiende cómo no han estado pendientes de un asunto que afecta tanto a la política penitenciaria de los asesinos de ETA”. Ahí se queda dedicado también a VOX, que votó en el mismo sentido que el PP.
Y cierro con otro entrecomillado, esta vez del mismísimo Feijóo: “Primero, admitir el error, en segundo lugar, calificar el error como un error injustificable y, en tercer lugar, trabajar para disminuir los impactos de ese error”. Y luego echar la culpa a otros. Feijóo, muchacho, si alguien te muestra una pocilga en la sierra y tú la compras como si fuera el Palacio de Aranjuez porque estabas distraído con una nube, puede que el vendedor no sea un santo, pero la culpa no es suya y entre los de adjetivos que puedan caerte en tromba no aparecerá “avispado”. Normal, oye.