Hay una cosa que no me gusta de La Revuelta y siento nadar a contracorriente, pero es que no todo es blanco o negro. Ya he elogiado aquí la capacidad de Broncano y su equipo para que todo parezca imprevisible y cómo ha conseguido traer de vuelta a los espectadores más jóvenes a los que la tele había dejado de lado. Pero hay algo que me aterroriza, y es que La Revuelta está normalizando la censura con sus pitidos, y no sólo en el llamado tramo protegido, hasta que sale el Hombre Mágico (Pepe Macías) y manda a los niños a las diez a la cama. Hay pitidos todo el programa. Cada vez que se dice un taco, pitido.
Y se dicen muchos. “A esto habrá que ponerle luego un pitido”, suele argumentar Broncano cada vez que alguien se va de la lengua. Hasta el absurdo de que el otro día contaron un chiste (aparentemente soez) rozando las once de la noche, que despertó carcajadas cómplices y gestos de contrariedad, pero que en casa tuvo solo forma de pitidos. Largos e irritantes pitidos para proteger nuestra inocencia, como si hablaran en morse. Para eso, ¿para qué lo emites? Elimínalo. El programa ni siquiera es en directo, no se cuela nada que no quieras emitir. Es como si La Revuelta y la propia TVE considerara adulto al público que acude al teatro mientras recela y tacha de pacato al de casa.
Durante décadas los pitidos eran algo propio de la tele yanqui, que aquí no conocíamos y solo parodiábamos, pero el éxito de La Revuelta está normalizado el pitido censor hasta convertirlo en un género en sí mismo. Que sueltas un taco, pitido. Que cuentas un chiste machista, pitido otra vez. Pitidos a todas horas bajo la falsa premisa de que a más pitidos más osados son. Pero no lo compro.
Me gusta la irreverencia de Broncano, me gusta que siempre nos lleve donde no creíamos que se pudiera llegar... Pero no a base de pitidos, por favor. Somos mayorcitos para escuchar por televisión lo que sí se puede escuchar en un teatro. No vale jugar al qué atrevidos somos mientras llenan todo de pitidos en su emisión.
La censura también se ha instalado en Gran Hermano de Tele 5 con el absurdo añadido de que se trata de un programa para adultos que dura hasta las dos de la madrugada (muy lejos del horario protegido), pero a esas horas todavía censura cualquier palabra malsonante de los concursantes eliminando el sonido en los resúmenes, para disimular la censura. Hemos pasado de aquellos directos en los que cada vez que pasaba algo emocionante en la casa enfocaban una pecera a silenciar palabras en la boca de los concursantes.
Esa gente joven que entra por primera vez a ver la tele pensará que todo es así, y que los Telediarios están llenos de pitidos por las barbaridades que se cuentan. Pero no es cierto, la tele nunca ha pitado como ahora, nunca ha censurado una puta palabra malsonante. Y hacerlo no es un chiste, aunque a alguien le parezca gracioso.