Una vez constituido, en las fechas previas al inicio del periodo vacacional veraniego, el Parlamento surgido de las urnas el pasado 9J, la elección de la presidenta de éste y de la Comisión (16 y 18 de julio) marcan la apertura de la nueva legislatura europea, que próximamente iniciará sus trabajos coincidiendo con el comienzo del nuevo curso político en los primeros días de septiembre.

Un primer dato a tener presente es que ambas instituciones, la Eurocámara y la Comisión, siguen encabezadas por las mismas personas –Roberta Metsola y Ursula von der Leyen– que en la anterior legislatura, ambas pertenecientes al Partido Popular Europeo (PPE), que sigue siendo la primera formación política en el Europarlamento elegido recientemente. Ello nos proporciona, a falta de conocer aún la composición de la Comisión, que no parece vaya a depararnos grandes sorpresas, las primeras señales sobre la orientación que va a seguir la UE durante la eurolegislatura que ahora comienza.

Pero si no ha habido cambios en las personas que encabezan estas dos instituciones políticas de la UE sí los ha habido en la composición del Parlamento. En especial, en relación con el sensible aumento del peso político de una nueva derecha –alt-right, de acuerdo con la denominación que se viene utilizando– con presencia institucional diferenciada de la derecha clásica representada en el Parlamento Europeo por el PPE (y por los liberales de Renew), que ha conseguido una representación como nunca la habían tenido hasta la fecha.

En relación con el anterior Europarlamento han aumentado su representación desde los 118 escaños que sumaban conjuntamente en la anterior legislatura –ECR (69) e ID (49)–, a los 187 que suman ahora los tres eurogrupos con presencia en el Parlamento tras las elecciones del 9J: ECR (78), el nuevo grupo, sucesor de ID, Patriotas por Europa (PfE) (84) y el de nueva creación, Naciones Soberanas de Europa (ESN) 25.

No deja de ser sumamente ilustrativo el importante aumento numérico (36%), el mayor de todos los bloques políticos, de la representación parlamentaria de esta nueva derecha alt-right, que iguala a la derecha clásica del PPE (187-188 escaños); a lo que hay que añadir que conjuntamente ambas reúnen 375 escaños, superando holgadamente la mayoría absoluta (361 en un Parlamento de 720).

Pero más importante que los datos numéricos reseñados van a ser las consecuencias que de ello se derivan relativas al sensible desplazamiento hacia la derecha del eje político en el nuevo escenario parlamentario tras las elecciones del pasado 9J. Ello va a dar lugar, como no puede ser de otra forma dado el aumento del peso político de las formaciones políticas de la derecha y el consiguiente (des)equilibrio de la correlación de fuerzas en favor de estas últimas, en especial de sus expresiones mas radicales, a que las políticas a seguir experimenten una (re)orientación de este signo a lo largo de la nueva legislatura.

No menor significación tiene, a la vista de la menguada representación en la Eurocámara de las formaciones políticas de la izquierda, la imposibilidad que éstas van a tener para poder sacar adelante cualquiera de sus propuestas, incluso con apoyos puntuales de otras fuerzas como ha ocurrido en alguna ocasión, que ahora no tendrían posibilidad alguna de superar la contramayoría de bloqueo de la que disponen las derechas. Así ha ocurrido ya en la pasada legislatura, en la que propuestas relativas al genocidio de Gaza, entre otras, han sido bloqueadas en el Parlamento Europeo con una suma de euroescaños menor de la que tienen ahora. Y dada la correlación de fuerzas tras el 9-J, mas adversa para las formaciones de izquierda, pocas dudas puede haber de que su margen de actuación vaya a ser mas reducido aun de lo que ya lo ha sido hasta ahora.

En cualquier caso, y a salvo de conocer los planes concretos de actuación de los Comisarios al frente de sus respectivos Departamentos, los debates en torno a la reelección de la presidenta de la Comisión nos proporcionan pistas indicativas sobre la legislatura; no tanto por lo que se ha dicho sino, sobre todo, por lo que no se ha dicho sobre cuestiones clave; lo que muchas veces resulta mas elocuente que la retórica que suele ser habitual en estos actos. En este sentido, una primera consideración, a la vista de las posiciones mantenidas por la presidenta reelecta en el pleno del Parlamento, hace referencia al continuismo en la orientación general de las políticas a desarrollar, que no es previsible que experimenten cambios significativos. Ello no impide, sin embargo, que como consecuencia del mayor peso del bloque alt-right en el Parlamento, haya una acentuación de signo más acusadamente derechista en las políticas a seguir; en especial en algunas de ellas particularmente sensibles.

Tal es el caso, por ejemplo, de la inmigración, que constituye uno de los principales problemas (si no el principal) que tiene planteados hoy la UE (y los Estados que la integran, en especial los que por su situación geográfica estamos mas afectados) y al que no solo no se le ha dedicado en el reciente debate parlamentario la atención debida sino que en las breves alusiones al tema se ha reiterado, una vez más, la concepción securitaria con la que se viene afrontando esta cuestión.

En la legislatura que ahora comienza, en la que los flujos migratorios no solo no van a desaparecer sino que lo mas previsible es que se intensifiquen, este asunto no solo ha de ser objeto de la atención que no ha tenido en el debate inicial sino que, ante todo, ha de ser afrontado con políticas que distan mucho de las mantenidas hasta ahora, basadas en la adopción medidas de seguridad, a través de Frontex, para hacer frente a la amenaza que supone la inmigración, tal y como refleja el pacto migratorio acordado en el Consejo europeo de esta última primavera.

Otra de las cuestiones a la que apenas se ha prestado atención en este debate inicial de la legislatura ha sido la situación en Palestina, que es un asunto que afecta directamente a la UE más que a nadie y que da la impresión, a juzgar por el silencio mantenido sobre esta cuestión, de que es un tema que hay que tratar de orillar. Es preciso recordar que la UE tiene firmado un Acuerdo preferencial con Israel (2000) y que por motivos mucho menores que los del genocidio sobre el pueblo palestino que el Gobierno israelita está protagonizando en Gaza (y también en Cisjordania) ha tenido en otras ocasiones una posición activa que en este caso se echa en falta.

Se trata, tan solo, de adoptar medidas que sean coherentes con los principios que, de acuerdo con sus propias normas constitutivas, fundamentan la UE; y, asímismo, con las resoluciones de la ONU, sistemáticamente vulneradas por los gobernantes israelíes, y con las mas recientes resoluciones judiciales del Tribunal Internacional Justicia (TIJ).

Son todas ellas cuestiones sobre las que, sin duda, va a haber que tratar a lo largo de la legislatura y que no pueden ser rehuidas, como se ha hecho en sus sesiones inaugurales, recurriendo a formulaciones genéricas sobre la integración europea, las tecnologías limpias, la innovación, la competitividad y demás retórica al uso, que solo sirven para evitar afrontar cuestiones mas comprometidas que no pueden, ni deben, ser eludidas; entre otras, las reseñadas sobre los flujos migratorios y la cuestión palestina.

En este marco, y sin entrar a hacer una relación de asuntos a tratar, llama la atención el anuncio realizado en relación con la vivienda; no tanto porque no tenga importancia el tema, que sin duda es uno de los mayores problemas que tenemos, sino porque no se ve muy bien cual puede ser la aportación concreta de la UE en este asunto, teniendo en cuenta que se trata de una materia cuya competencia recae en los Estados miembros y, en nuestro caso, en las CCAA, de acuerdo con nuestras normas constitucionales y estatutarias.

El inicio de todas las legislaturas siempre comporta la apertura de nuevos escenarios; el de ésta también y en ellos se presentan problemas nuevos, a añadir a otros pendientes de anteriores legislaturas, que no pueden ser rehuidos como en buena medida se ha hecho en las sesiones inaugurales que, con motivo de la elección de la Presidencia de la Comisión y de la Eurocámara, han marcado el inicio de la actual legislatura. Una legislatura en la que no sería admisible eludir el afrontamiento de las cuestiones, por problemáticas que sean, que afectan realmente a la UE y a la ciudadanía que la integramos; y que cuando finalice, en 2029, se cumplirá la fecha simbólica del medio siglo desde que en 1979 fue elegido, por primera vez, el Parlamento Europeo.

Profesor de la UPV/EHU