El cantante Carlos Puebla, trovador de la revolución cubana, dedicó una canción al comandante Fidel Castro con este título.
“Y se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó parar”, dice una de sus estrofas haciendo alusión al final de la dictadura de Batista con la llegada de los revolucionarios.
Puede parecer una osadía comparar un momento de la historia de Cuba como este con la de EEUU actual, pero da la sensación de que alguna similitud existe ante lo ocurrido la semana pasada con la elección como candidata demócrata de Kamma-la (así debe pronunciarse) Harris en la exitosa convención de Chicago.
La depresión producida en el bando demócrata por la sensación de que un poderoso Donald Trump arrasaría sin piedad a un anciano Joe Biden ha sido superada con su renuncia y la llegada de Kamala, transformándose en verdadero entusiasmo avalado por las encuestas que iban llegando.
Incluso la trumpista Fox daba una diferencia de cuatro puntos a favor de esta y así se daba la vuelta a la tortilla con el terror por la derrota en noviembre llegando al bando republicano.
Harris no es Biden, eso resulta evidente, pero lo más esencial es que muchísimo menos que él es Donald Trump.
La batalla ya no es entre un anciano aún con fuerza contra otro en plena decadencia, ahora el iracundo Trump debe enfrentarse a una mujer, con sus 59 años joven, de color, con un nivel intelectual y dialéctico enorme, que ha decidido plantarle cara con todas sus fuerzas.
Además, ha tenido la habilidad de elegir como tándem electoral al actual gobernador de Minesota, Tim Walz, blanco, centrado, que proviene de la misma base del pueblo americano. La suma de ambos ahora parece inalcanzable para el tándem Trump-Vance.
Esos días en Chicago se ha producido un espectáculo de los que tanto gustan al pueblo americano. Música, caras conocidas, incluso la presencia por vídeo de la máxima estrella de la NBA como Stephen Curry, cuya popularidad ha subido como la espuma después de la victoria en la Olimpiada de París, que recogiendo la frase eslogan de Michelle Obama la lanzó contundentemente al electorado: “Salgamos a votar en noviembre como nunca antes”, consciente de que la alta participación seguro beneficia a los demócratas.
En Chicago han estado todos los pesos pesados, desde el matrimonio Clinton hasta los que gozan de un mayor apoyo popular, Barack y Michelle Obama. El primero pronunció un discurso de profundo calado, que seguro ha activado el apoyo de los sectores más progresistas.
Si Walz llega al centro y a la América profunda rural, los Obama arrasan entre las izquierdas americanas.
Incluso para cerrar la sensación de unidad también pasó por allí una figura clave en su confrontación con Trump cuando fue presidente, Nancy Pelosi, que mantuvo el tipo el nefasto día del asalto al Capitolio.
Por último, otra figura con máxima audiencia, Oprah Winfrey, que instó a todos los independientes como ella y a los indecisos a apoyar sin fisuras a Kamala.
No se puede evaluar el efecto que todo ello va a suponer pero seguro que negativo no es, ni será.
Quizás lo más importante sea el efecto psicológico. Ahora son los republicanos los que navegan contracorriente, Trump, al que se le ve dubitativo e indeciso, ha acusado el golpe con el grave error de basar su reacción en el insulto, aunque ahora con menor eficacia que el que ejercía sobre Biden.
Kamala Harris no es Joe Biden, por lo que emplear la misma táctica no parece lo más conveniente para el futuro de Trump.
Ahora en estos poco más de dos meses que quedan quedaría la prueba del algodón, los próximos debates cara a cara, el primero el próximo 10 de septiembre.
En ellos se podrán visualizar sus diferentes planteamientos en temas claves como la política exterior, guerra en Gaza donde Kamala debe tener muy presente las posiciones de los jóvenes que denuncian el genocidio perpetrado por Netanyahu, guerra de Ucrania, o situación actual en Venezuela.
También en temas que preocupan profundamente a la sociedad americana como el incremento de la emigración, o el debate sobre la posesión indiscriminada de armas de fuego.
Quizás donde más potente sea el discurso de Harris sea en los temas económicos, en los que puede sacar pecho de la gran labor realizada por el Gobierno de Biden estos casi cuatro años.
Por último, también en el terreno de los derechos de las minorías, especialmente de la mujer, puede desbordar a un Trump cada vez más racista y misógino.
Lo que está claro es que lo que ocurra en noviembre allí va a afectar al devenir del mundo, por eso nos debe ocupar y preocupar. Esta reflexión camina en esa dirección.
En eso llegó Kamala y mandó parar.
Veremos.
Ex parlamentario y concejal de PSN-PSOE