En breve, el que fuera presidente del Banco Central Europeo (BCE) y primer ministro de Italia, Mario Draghi, hará público su informe sobre La Competitividad de la UE, trabajo que le fue encargado en septiembre del año pasado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen.

Existe una enorme expectación por conocer los detalles del Informe, aunque, en los últimos tiempos, Draghi ya ha ofrecido diversas señales acerca de la filosofía de lo que va a proponer. Para el político italiano, la UE está perdiendo competitividad porque “el mundo está cambiando rápidamente y nos ha cogido por sorpresa”; “el paradigma que nos trajo la prosperidad en el pasado se diseñó para un mundo de estabilidad geopolítica y normas multilaterales” y hoy, sin embargo, “las condiciones geopolíticas se están deteriorando”; “otras regiones del mundo no siguen las reglas de juego que nos ofrecieron a los europeos prosperidad”; “están desarrollando activamente políticas para reforzar su posición competitiva” y, lo que es peor, “hacernos permanentemente dependientes de ellas”; “no hemos prestado suficiente atención a nuestra competitividad exterior como cuestión política seria”; “necesitamos desarrollar una auténtica política exterior económica o, como se la denomina ahora, una “estrategia económica internacional”; frente a los cambios geopolíticos, geoeconómicos y geotecnológicos, “nuestra respuesta ha sido limitada porque nuestra organización, toma de decisiones y financiación se diseñaron para el mundo de antes”, cuando “necesitamos una Unión que esté a la altura del mundo de hoy y del mañana”; “es necesario la transformación de toda la economía europea”, para lo que será necesario ingentes cantidades de inversión; “para hacer frente a todos estos cambios, tendremos que crecer más rápido y mejor”; “la principal forma de lograr un crecimiento más rápido es aumentar nuestra productividad, especialmente en el sector tecnológico e innovador, que debe ser una prioridad colectiva” y “manteniendo al mismo tiempo la competitividad de nuestras industrias en un mundo cada vez más competitivo”; “necesitamos acciones inmediatas en los sectores más expuestos a los retos verde, digital, de las nuevas tecnologías y de seguridad, centrándonos en diez macrosectores de la economía europea, incluyendo un enfoque fundamentalmente distinto en nuestra capacidad industrial en sectores estratégicos”. En definitiva, “necesitamos un cambio radical, porque un cambio radical es necesario”, y que actuemos “como Unión Europea, como nunca antes lo hemos hecho”.

A principios del pasado mes de abril, a iniciativa del Grupo Vasco de EAJ/PNV, el pleno del Senado aprobó por unanimidad –salvo tres abstenciones de Vox y una del Bloque Nacionalista Galego (BNG)– una extensa moción que trataba de contribuir con diversos elementos clave a la futura estrategia competitiva de la UE.

El texto, que fue remitido oficialmente a Draghi como aportación a su Informe, plantea las bases del modelo de competitividad desarrollado desde hace más de 30 años en Euskadi, en un permanente y siempre inacabado “viaje hacia nuestra prosperidad a través de la competitividad, el bienestar y la cocreación de valor”, como gusta definir al entonces vicelehendakari, Jon Azua.

El texto aprobado constata que nos encontramos ante un contexto internacional complejo y cambiante. En un momento en el que se está definiendo un nuevo orden mundial y en el que tenemos que hacer frente a desafíos geopolíticos globales, como la guerra de agresión de Rusia a Ucrania, la espiral de violencia en Gaza y Oriente Medio, la complicada situación en el Sahel, la emergencia climática, la revolución digital y los ataques a nuestras democracias. Las consecuencias de estos retos afectan a la seguridad y al bienestar de los ciudadanos vascos y europeos, y también desafían a nuestros valores democráticos y al propio proyecto político de la UE, cuyo objetivo es convertirse en un verdadero actor global soberano y abierto defendiendo nuestros principios. Sorpresivamente, las antiguas interrelaciones e interdependencias, que pensábamos que eran fuente de convivencia y desarrollo económico y social conjunto de los Pueblos, han sido convertidas por algunos en arma arrojadiza y motivo de conflicto, y hasta de guerra.

Las cifras de la economía europea en su comparación con el resto de sus grandes competidores –EEUU y China– son, cada año, más alarmantes.

El crecimiento económico europeo lleva décadas a la zaga del de Estados Unidos y el aumento de nuestra productividad ha quedado rezagado respecto a nuestros homólogos. La UE representa hoy el 18% del PIB mundial, frente al 27% de 1995. Su cuota de valor industrial mundial también ha caído del 27% al 16% en el mismo periodo.

La economía UE representa hoy un 65% de la estadounidense, cuando hace diez años su valor era del 93% respecto a la americana. Y si lo medimos en PIB, la economía norteamericana es más del doble que de la UE.

Entre las 20 empresas más importantes del mundo o las mejores universidades o la capacidad de fabricación de componentes de alta tecnología, difícilmente encontramos compañías europeas. Al Mercado Único no se le está sacando todo el provecho y beneficio que se debiera (especialmente, en los ámbitos energético, de las telecomunicaciones y bancario y del mercado de los capitales, que son clave para la inversión productiva) y la falta de mano de obra cualificada para los perfiles de los nuevos empleos o las trabas burocráticas están impidiendo un mayor desarrollo y crecimiento de la economía y de las empresas de la UE.

La inversión europea en IA va a la zaga. Y aunque en Europa se encuentran algunos de los computadores más potentes del mundo, la UE sigue representando la parte más pequeña de los 500 computadores más capaces del mundo.

La UE tiene menos licenciados en disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), incluidas las ciencias informáticas, ingenieros y profesionales específicos de IA, en comparación con países como EEUU e India, que son los líderes.

Con todo ello, la moción aprobada aboga porque el Informe Draghi constituya una auténtica estrategia integral de Competitividad de la UE, con un verdadero Marco Integrado de Competitividad y un liderazgo compartido claro, que incluya a aquellos Gobiernos y territorios como Euskadi que desarrollan desde hace tiempo estrategias competitivas con notable éxito.

La apuesta estratégica por la Competitividad de Europa (por la cultura competitiva) es un propósito de carácter colectivo, que debe involucrar al conjunto de la Sociedad y a todos sus actores.

En este sentido, resulta esencial e imprescindible definir correctamente el concepto de “competitividad”, huyendo de erróneas interpretaciones. La Competitividad bien definida es la capacidad de un territorio de procurar a sus ciudadanos las mayores cotas de bienestar, riqueza, empleo y desarrollo económico y social sostenible, medido no sólo en el PIB per cápita, sino en términos de Desarrollo Humano Sostenible y el Índice de Progreso Social, yendo más allá de la imprescindible productividad. Los desarrollos económicos y social son dos dimensiones que deben conjugarse de manera simultánea. De manera paralela. Porque ambos ámbitos o políticas son factores de competitividad. De ahí que, desde Euskadi, siempre hayamos definido nuestro modelo como un modelo de Competitividad en Solidaridad. La afirmación de Draghi de que, en la estrategia de competitividad europea, el mantenimiento de niveles elevados de protección e inclusión social y de redistribución no es negociable, avala afortunadamente el modelo europeo de justicia social y de desarrollo económico y social.

Adicionalmente, se constata que, afortunadamente, hay una vuelta por parte de algunos a las políticas industriales y a poner en valor la importancia estratégica de la Industria. Porque una industria europea descarbonizada y digital, unos servicios avanzados para las empresas y unas políticas industriales 5.0 bien diseñadas, concebidas y actualizadas deben centrar buena parte de la Estrategia de Competitividad europea.

Asimismo, la moción insiste en que, más allá de una visión macroeconómica, es necesario actuar en el ámbito de la Microeconomía de la Competitividad, mediante la generación de ecosistemas territoriales reales, clusterizados e interrelacionados, y una estrategia y propuesta única de valor sobre la competencia y la ventaja competitiva de cada territorio.

Finalmente, el texto del Senado subraya que la Estrategia de Competitividad europea debe estar suficientemente financiada, generando inversiones a medio y largo plazo. Por ello, resulta imprescindible ampliar el espacio fiscal colectivo europeo y utilizar todas las herramientas financieras de que dispone la UE, como maximizar las oportunidades que ofrece el Mercado Único y su escalabilidad, aprovechar el ahorro que se genera en la Unión Europea, culminar los procesos de la Unión Bancaria y del Mercado Único de Capitales europeo y emitir deuda común o mancomunada.

Draghi ha señalado hace unos días que “las decisiones que requerirán estas políticas son urgentes” porque “el ritmo del cambio tecnológico y climático se acelera y estamos cada vez más expuestos a un deterioro de las relaciones internacionales. Estas decisiones también serán importantes desde un punto de vista político y financiero, y pueden exigir un grado de cooperación y coordinación entre los Estados miembros nunca visto hasta ahora”.

El Informe Draghi va a ser referencial para los próximos años. Sin duda. Por la personalidad política de su autor –por ejemplo, con su “whatever it takes” salvó al euro, que es la realización política más relevante de la UE– y el tema que aborda. Una vez más, pondrá de manifiesto que Europa se encuentra ante el dilema que en varias ocasiones destacó el recientemente fallecido presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors. Delors señaló en más de una ocasión que “Europa debe elegir entre la supervivencia o el declive”. Desde Euskadi, una pequeña gran Nación europea, con nuestra personalidad e identidad política, económica, social y cultural propias, contribuyamos y apostemos por la supervivencia.

Senador EAJ/PNV