La liturgia de una jornada electoral está tan medida que puede dar la impresión errónea de tratarse de un procedimiento previsible. La cita de hoy con las urnas viene marcada precisamente por todo lo contrario, con la perspectiva de un resultado muy ajustado que determinará la composición de las mayorías posibles del próximo Parlamento de Gasteiz, pero no solo eso. Más allá de la configuración de la próxima legislatura, el momento socioeconómico, desde lo más cercano a las inequívocas influencias del panorama global, hacen de los próximos años el eje de la evolución del país para la próxima década, al menos. Afrontamos retos como la transformación energética e industrial en términos de suficiencia y de innovación; la gestión de una pirámide demográfica que estrecha su base con una baja natalidad y una esperanza de vida al alza; la garantía de eficiencia y persistencia de los servicios públicos que son fundamentales en el modelo de bienestar del que disfrutamos; la creación de actividad y riqueza que permitan sostener la estructura pública que hoy amortigua con eficiencia los impactos en los más dependientes; la reducción racional de la huella ecológica que producimos, conjugando los parámetros de respeto ambiental y garantía de calidad de vida y empleo. En definitiva, lo que se decide hoy es quién liderará el modelo de país que va a acometer estos retos a los que será preciso responder con solvencia y estabilidad supremas precisamente porque tendrá que desenvolverse en un entorno que va a seguir siendo inestable por factores muchas veces ajenos a nuestro alcance que inciden en la gestión de nuestra diversidad social, el impacto de situaciones externas en la economía local o las dinámicas que limitan la autonomía de gestión del país. No hace falta ser apocalíptico para percibir que hay un riesgo sobre el nivel de bienestar alcanzado en décadas de ejercicio del autogobierno vasco y que la preservación de esa calidad de vida y servicios públicos demanda un proyecto que aúne todos los activos públicos y privados del país, rompiendo con la dicotomía ficticia de intereses contradictorios entre ambos que busca una enmienda a la totalidad de todo lo conseguido hasta la fecha. Hay dos modelos explicitados y confrontados y la ciudadanía decide hoy en manos de cuál de ellos pone Euskadi.
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