Resulta significativo que apenas se destaca en las noticias habituales de nuestros medios de comunicación que Prabowo Subianto, exministro de Defensa de Indonesia, fue confirmado el pasado 20 de marzo, como el ganador oficial de las elecciones celebradas el día 14 de febrero en Indonesia, el cuarto país con mayor número de habitantes del mundo, con 280 millones de personas, y un 85% de población musulmana.

La introducción del islam en este país fue paulatina, y eso le da un cariz diferente al de otras sociedades islámicas. Hoy, que se habla mucho de choque de religiones o civilizaciones, y se encienden determinadas señales de alarma ante la presencia de personas islámicas en nuestras sociedades no está de más tener en cuenta este modelo de islam que, a ocho mil kilómetros de la Meca, convive en democracia en una sociedad mayoritariamente islámica; eso no significa que no existen problemas.

El islam se introdujo paulatinamente en Indonesia sin conquistas armadas, de la mano de comerciantes y religiosos musulmanes. Entró en contacto desde el principio con las culturas locales, con mezclas de animismo, hinduismo, budismo, sin dejar a un lado algunas influencias del mundo cultural persa. Además, sufíes y grupos de místicos influyeron en esa expansión, y han marcado el islamismo del país. Ese modelo creyente tuvo una cierta autonomía, pero ya en el siglo XIX las peregrinaciones a la Meca de algunos imanes indonesios lo acercaron al grupo Wahabi, sunita, que interpreta el Corán al pie de la letra y lo aplica como referencia para crear leyes. En su retorno al país, implementaron una reforma con el fin de dejar a un lado lo que consideraban extraño a la fe islámica.

Desde esa perspectiva, Kyai Hayi Ahmad Dahlan fundó la organización llamada Muhammadiyyah que, al cabo de un tiempo, adquirió vida propia con criterios más progresistas, y fue muy activa en todos los ambientes culturales, económicos educativos, de salud… Además, en 1917 se creó una sección femenina de la Muhammadiyyah: la Aisyiyah, para instruir a las mujeres sobre los derechos y deberes que también se encuentran en el Corán y la Sunna según su interpretación, y lleva el nombre de Aisha, una de las esposas del profeta Mahoma, que era reconocida por promover el aprendizaje y el conocimiento. Sus ideas se siguen basando en los cimientos musulmanes de generosidad e igualdad y ha sido clave en el empoderamiento de las mujeres.

Además, Nahdlatul Ulama es otra organización islámica de Indonesia, la más grande del mundo, con más de noventa y cinco millones de componentes que, desde 1926 está presente con grandes recursos en la vida social y económica del país, respeta las condiciones socioculturales de Indonesia, promueve la moderación, el antifundamentalismo, el pluralismo… aunque algunos líderes de Nahdlatul Ulama prefieren un enfoque más conservador.

Los portugueses, en el siglo XVI, llegaron a las islas con la ambición de dominar el origen de las especias e introdujeron el cristianismo en algunas islas en las que sigue teniendo presencia. El otro país colonizador, Holanda, a principios del siglo XX, convirtió las islas en Las Indias Orientales Neerlandesas con una visión fundamentalmente comercial y no fue beligerante con el islam.

Tras la Segunda Guerra Mundial y la lucha por la independencia de Indonesia respecto a los Países Bajos, el nacionalista Sukarno, ya presidente, aplicó en 1945 la ideología nacional de Indonesia: Pancasila. Es la ideología y filosofía del Estado indonesio. Está basada en cinco principios: la creencia en Dios, el humanitarismo, la unidad nacional, la democracia y la justicia social. Si bien en la primera época Sukarno dotó al país con esa seña de identidad, que ha tenido tanta influencia en la historia de Indonesia, y supo unificar tan complejo país, se cambió el rumbo con el implemento de la llamada Democracia Guiada a finales de los años 50. Se pasó de una visión nacionalista y democrática a una actitud autoritaria y dictatorial, a lo que contribuyó su acercamiento al Partido Comunista de Indonesia. Su despotismo acabó cuando, en 1965, previo a su caída, se produjo un genocidio, en el que se considera que murieron bastante más de medio millón de personas izquierdistas o vinculadas al Partido Comunista. Y además no pudo seguir contando con el apoyo del ejército y de los musulmanes.

El general Suharto, que había promovido las purgas anticomunistas, sucedió en el cargo a Sukarno en 1968 y manifestó que desde aquel momento el Nuevo Orden gobernaría el país. La nación estrechó lazos con Occidente y combatió cualquier asomo de comunismo. Aunque Suharto era musulmán, y al principio consideraba al islam como una amenaza para su poder, en los años posteriores buscó su apoyo. En el Nuevo Orden, Indonesia creció hasta los años noventa gracias a las inversiones extranjeras, la llegada de multinacionales, préstamos del Banco Mundial y la privatización de recursos naturales. Sin embargo, la corrupción fue muy beneficiosa para los bolsillos de Suharto y sus allegados.

A Suharto le sucedió Habibie, que sembró entusiasmo en la gente al poder expresarse y no sentir miedo tras la sumisión al régimen autoritario de Suharto durante más de 30 años. Pero Habibie fue incapaz de establecer un buen gobierno y controlar la burocracia corrupta heredada.

Algo cambió cuando Abdurrahman Wahid, ex presidente de la principal organización islámica, Nahdlatul Ulama, sustituyó a Habibie como presidente a finales de 1999. Se le conocía por su altura intelectual dentro del mundo musulmán, representante de un pensamiento liberal islámico, pero fue incapaz de controlar la inestabilidad política, y fue obligado a dimitir.

Megawati Sukarnoputri sustituyó a Wahid en la presidencia del país, convirtiéndose en la primera mujer presidenta de Indonesia. Tras un inicio esperanzador, no fue capaz de mantener el orden público ni luchar contra la corrupción y el nepotismo.

En 2004, el general retirado Susilo Bambang Yudhoyono fue elegido nuevo presidente y enseguida tuvo que enfrentarse a las consecuencias del tsunami que en Indonesia acabó con la vida de unas 170.000 personas, pero fue reelegido en 2009, y tal hecho se valoró como signo de la democratización de Indonesia, la tercera mayor democracia del mundo, hasta tal punto que se ha presentado como ejemplo que deberían imitar otros países musulmanes.

En 2014 ganó las elecciones presidenciales Joko Widodo, que contribuyó en los diez años de sus dos mandatos a la modernización económica, el desarrollo humano y las relaciones internacionales, con un puesto privilegiado de Indonesia ante las grandes potencias, aunque también se le acusa de ciertos retrocesos democráticos, de cejar en la lucha contra la corrupción y del deterioro en la libertad de prensa.

El caso es que, tras las actuales elecciones, en el fondo, poco va a cambiar la situación, pues, aunque Joko Widodo dejará su mandato en octubre, Prabowo Subianto ha formado parte de su gobierno y Gibran Rakabuming Raka, su acompañante en la campaña es el hijo mayor del presidente saliente. Poco ha importado en las elecciones que Prabowo Subianto, el nuevo presidente en octubre aceptó muy a regañadientes su derrota en anteriores elecciones, y que no tenga un historial demasiado limpio en relación a los derechos humanos; pero los analistas hablan de que la economía del país sigue creciendo, y que continuarán en marcha ambiciosos proyectos de infraestructura, entre las que se encuentra la transferencia de la capital, Yakarta, a la isla de Borneo, en Nusantara.

Desde nuestra perspectiva, y como telón de fondo de la situación, nos interesa subrayar de nuevo que las organizaciones islámicas Nadlatul Ulama y la Muhammadiyah se han caracterizado siempre por su tolerancia respecto a otras creencias y aceptación de las reglas del juego político y de la democracia. Y esto se mantiene hoy a pesar de la insistente presencia del wahabismo saudí mediante becas, imanes y mezquitas, que no renuncian a la implantación de la sharía, sin descartar a otros grupos existentes que recurren a la violencia como vía de acción política.

Ojalá tenga toda la razón M.C. Ricklefs cuando afirma que los movimientos radicales islámicos no tienen posibilidades de conseguir poder político en Indonesia porque el espíritu de un islam moderado, tolerante, liberal y pluralista se encuentra fuertemente institucionalizado en el país. Recalcamos, además, que la ideología de Pancasila, que ha sobrevivido en muy diversos escenarios, sigue teniendo un papel de cohesión nacional y de coexistencia religiosa que busca la igualdad social. Ese gran país, con mayoría de población musulmana, no es un Estado secular, no es un Estado teocrático. La ideología del Estado es la Pancasila.

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