The Floor ha llegado a su fin. Cien concursantes estrenaron cien casillas en un luminoso plató con la intención de ir conquistando el terreno adyacente hasta que solo quedara uno. Una apuesta visual (cien tipos de pie mirando al presentador, Manel Fuentes, en vez de a una muñeca asesina) que recordaba a la primera prueba de El juego del calamar (que pronto estrena su versión reality en Netflix) pero sin matar a nadie de verdad, que la sangre salpica mucho y no se quita nada fácil en el luminoso plató, solo mandándolos a su casa con la cabeza gacha.
De partida, con estas cartas, estaba claro que el ganador iba a ser alguien que se quedara sin jugar hasta prácticamente el último día y así ha sido. Su presentador ha sido una excelente elección (de los mejores trabajos en televisión que ha hecho) y también ha sido un acierto la adaptación de la mecánica. En estos tiempos que vemos la tele mirando al móvil, The Floor ha dado con la clave para conseguir la atención del espectador, todos los duelos eran visuales (casi siempre fotos, a veces frases) y había que mirar a la pantalla o te lo perdías.
Es decir, no valía aquello de poner la tele de runrún de fondo mientras haces otras cosas y ese ha sido su gran acierto y lo cierto es que la audiencia, en ascenso, ha respondido muy bien. Otro acierto es que la mayoría de las pruebas era accesible para todos (electrodomésticos de cocina, escudos de fútbol, actores famosos…) pero también la diversidad de los concursantes, alejados del topicazo de chupacámaras sobreactuados que no callan e intentan robar el plano hasta el presentador, como ha sido habitual los últimos años en los pocos concursos televisivos en prime time con anónimos. De los famosetes, ni hablamos. La única pega, si acaso, es que la adaptación de The Floor merecía un título en castellano, como sí lo han tenido La Voz, Gran Hermano o La ruleta. Es un poco cansina esta moda de no traducir los nombres de los programas y más para una tele generalista donde, sin faltar a nadie, muchos espectadores no tienen ni repajolera de lo que significa The Floor.
Ahora queda por saber si es posible una segunda temporada que no suene a repetitiva (muchas de las cien pruebas de esta temporada ya lo eran), aunque con los buenos datos de audiencia, la originalidad de bastantes preguntas y el buen trabajo de su presentador, The Floor merece volver cuando antes, eso sí, con preguntas diferentes, aunque cueste pensarlas, y novedades en la mecánica que eviten que acabe ganando el suculento premio de 100.000 euros quien se queda en su casilla sin jugar hasta el último día o que un concursante (el de Eurovisión, al que todos temían) sea el único de los cien al que ni siquiera le han dejado jugar su prueba. Esos ajustes ayudarían a darle más emoción a su regreso.