El que pone los nombres a los programas de Tele 5 ha colapsado. Tras Viva la vida, han llegado Así es la vida y La vida sin filtros a la misma cadena que ya tuvo El juego de tu vida, disfrutó tiempos mejores con Siete vidas y cedió a Cuatro Samantha y la vida de... Ahora, dos vidas comparten pantalla para reivindicar, aunque sea en el nombre, que Tele 5 no ha muerto a pesar de lo que digan las audiencias. Así es la vida es el programa que intenta calmar los ánimos de los ultras cabreados por la cancelación de Sálvame, lo presenta Sandra Barneda con los mismos colaboradores de siempre (entre ellos algún viejo presentador de antaño, porque en esta etapa a la cadena le gusta mucho mirar al pasado) y se emite todas las tardes tras ese culebrón que no ve nadie y antes del concurso de palabras del que cada vez pasa más gente. Su principal diferencia con Sálvame es que tienen noticias y hasta invitados, aunque no deja de ser el mismo programa de corazón que llevamos viendo 30 años con los tópicos de siempre y un decorado como todos los demás, donde han instalado una pantallita en el suelo para fingir las olas del mar en lugar de instalar una piscinita con agua fresca que aportaría algo refrescante y diferente a este programa veraniego inventado para rebajar el cabreo por el final de Sálvame hasta la llegada de Ana Rosa con TardeAR, un juego de palabras a la altura de aquel Lo que inTeresa de María Teresa Campos en Antena 3, veremos si con el mismo decepcionante resultado.
La vida sin filtros es el otro programa con vida en el nombre aunque parece haber nacido muerto y con cierto tufillo a tele caducada. Lo han creado para la noche del sábado (sería sorprendente que aguantara más de uno) y ha traído de vuelta a una Cristina Tárrega totalmente perdida en esto de presentar programas tras lograr asilo mediático en el sofá de Ana Rosa haciéndole los coros una larga temporada. En teoría, el programa, precisamente de la productora de la doña, recupera el espíritu del recién cancelado Déjate querer/Volverte a ver/Hay una cosa que te quiero decir de Paz Padilla, pero hecho como se hacía la tele de hace treinta años y donde llevan a gente digamos que peculiar: que si un abuelito ligón, un tipo que fue criado por lobos, dos hermanos que son novios o el clásico hijo que no conoce a su padre, mientras el séquito de colaboradores de siempre (Lequio y compañía) sueltan paridas y echan mil capotes a una desentrenada Tárrega que va dando tumbos por el plató porque no sabe entonar, no sabe moverse, no sabe mostrarse natural ante la cámara y se pierde leyendo las presentaciones que dice no conocer.
Es tele viejuna que la presentadora vende como nueva poniendo adjetivos grandilocuentes a unas historias que ni sorprenden ni aportan nada más que sonrojo y el impulso de cambiar de canal para escapar de este viaje a 1990. ¿Y para cuándo las Mama Chicho?