En los albores de los años noventa del pasado siglo se hizo con el Still got the blues de Gary Moore en formato casette porque la canción que da título al álbum caló hondo, con ese rollo melancólico y casi melodramático, en el alma de aquel recién nacido adolescente. Por aquel entonces, el chaval erraba por el mundo sonoro y lo mismo se compraba el Boom 4, que un vinilo de Joe Cocker, Loquillo, Michael Jackson o Dire Straits, que le daba vueltas y más vueltas a la cinta del London Calling, al Donde se habla de La Polla, al Azken Guda Dantza o al primero de los Toy Dolls, y hasta fue fan de los Hombres G. Muy chula, Still got the blues, pero su verdadero valor fue el de introducir al imberbe muchacho en el universo de la cuarta aumentada o la quinta disminuida, según se mire, que luego resultó ser lo que le aportaba aquel noséqué a Joe Cocker, a ACDC, a los Rolling Stones y a tanta y tanta gente. Y los temas de aquel disco de Gary Moore le llevaron a B.B. King, y B.B. King a Elmore James, y Elmore James a Son House y Robert Johnson. Luego saltó hacia adelante, y encontró aquella nota en Cream, en la voz de Janis Joplin y, por fin, en Jimi Hendrix, y ya nunca más encontró nada que, musicalmente hablando, superara aquello.