a revolución no pasa por la toma del Palacio de Invierno sino por un permanente trabajo de transformación cotidiano hasta la activación de mayorías (...) para después, seguir avanzando hacia el socialismo”. Es una frase tomada de un artículo -“Revolución democrática”- escrito en 2015 por Iker Casanova, parlamentario de EH Bildu. En el artículo se establecía una ruta estratégica con un fin: “Aspiramos a un cambio más profundo que esta Revolución Democrática. Aspiramos al socialismo”.
No es intención de este artículo criticar la voluntad de EH Bildu de implantar, mediante alguna clase de revolución, un sistema socialista: cada cual hace sus opciones ideológicas -aunque no deja de resultar inquietante ese “hasta la activación de mayorías para después...”, porque sugiere que “después” cabría prescindir de la parte democrática de la revolución-.
Pero sí sirve el mencionado artículo para intentar entender lo que llamaríamos el perfeccionamiento de aquella estrategia de 2015 para “la acción institucional/electoral”: el denominado “Euskal Eredua” que EH Bildu presentó en el Euskalduna de Bilbao hace menos de un mes. Una estrategia basada en el camuflaje y, por lo tanto, no demasiado honesta.
En el acto de presentación, no hablaron de revoluciones, ni de lucha de clases, ni de confrontación, ni de presos. Lejos de sus discursos clásicos, se cobijaron en la cara más amable que pueda ofrecer el discurso político. Hablaron de tejer una agenda nacional, de desarrollo humano sostenible, del autogobierno y el estatus político “que necesitamos”, y de un diálogo nacional. De alguna manera, se disfrazaron de algo parecido al PNV. Seguramente, por aquello de que para intentar ganar al PNV hay que ser como el PNV. Y si no se es, hacer lo posible por parecerlo.
Y fueron más allá: afirmaron que “ha sido mucho lo conseguido y es bueno ponerlo en valor”. Pues se agradece un reconocimiento tan tardío, porque casi todo “lo conseguido” se ha logrado a pesar de ellos.
Pero es difícil creer en su sinceridad tras cuarenta y tantos años de confrontación, digamos que sistemática. Siempre han actuado de esa manera que en euskera se expresa gráficamente con el término “etxekalte”. Ahora parece que se han puesto en modo “etxearen alde”, a lo mejor porque, como recomendaba Casanova, “hay que crear discursos nuevos e integradores, atractivos en una sociedad muy desideologizada” -desideologizada, según sus palabras, debido a “la contrarrevolución liberal, el colapso del bloque socialista y la incapacidad de la izquierda occidental para reinventarse”-.
De modo que tenemos una izquierda aber-tzale en pleno proceso de transformación aparente. Una transmutación que contextualizan en un escenario cuasi-apocalíptico de “crisis sistémica”. En este sentido, ciertamente, la guerra que Putin nos ha traído a Europa, la pandemia, la crisis climática, la crisis demográfica, etc. pintan un escenario de máxima preocupación y de inseguridad, con retos formidables.
Pero, cómo no, EH Bildu también argumenta la necesidad de su supuesto nuevo modelo criticando el modelo vasco real -ese que llevamos trabajando más de 40 años desde las instituciones vascas y que ha logrado traernos hasta aquí- y , por extensión, menospreciando las políticas de ese PNV al que parece imitar -eso sí, sin nombrarlo, ya que la nueva estrategia de camuflaje lo desaconseja-.
Consideran que en Euskadi vivimos tiempos “de debilitamiento del sistema igualitario” y que las políticas para reducir la pobreza “son ahora menos efectivas”. Cabe preguntar en qué momento llegaron a considerar que el sistema pudo ser igualitario o cuándo creyeron que las políticas de reducción de la pobreza fueron efectivas. No recordamos que nunca lo reconocieran. Acaso, lo admitían en bajito, en la intimidad. Más bien parece que, como siempre, hacen la lectura más negativa posible.
Por poner un contrapunto a esa crítica: las personas que, en esta parte de Euskadi, vivían “en completo bienestar” en 1996 eran 425.721, mientras que en 2020 llegaron a ser 1.078.093. Esas cifras reflejan el resultado del verdadero modelo vasco de bienestar. O, por compararnos con Europa, en 2019, el porcentaje de población sin riesgo de pobreza en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa era del 85,6% -no dispongo de los datos de Nafarroa ni de los de Iparralde-; en Dinamarca, del 83,7%; en Alemania, del 82,6%; en Suecia del 81,2%. España se quedaba en el 74,7%.
EH Bildu también critica el modelo energético vasco: señala nuestra dependencia energética y nos acusa de que “se hizo una apuesta por el gas” y de que se han relegado las renovables. Esconden que esa apuesta por el gas estaba dirigida a sustituir el petróleo y el carbón, mucho más contaminantes. Afirman que estamos “a la cola del Estado español” en renovables pero lo que realmente pretenden con esa afirmación es esconder su propia trayectoria de contumaz oposición a toda propuesta que, desde las instituciones vascas, se haya hecho para instalar lo que ellos mismos siempre han calificado como “macroproyectos”. Solo en Zaragoza se han instalado ya eólicos por unos 4.000 Mw mientras que los “macroproyectos” de Aixeindar, la sociedad entre Iberdrola y el EVE, suponen 150Mw, pero la pregunta es obvia: ¿Está sugiriendo EH Bildu que su modelo pasa por Zaragoza o por Soria? Pues que lo digan.
El diagnóstico catastrofista que hacen de Euskadi no termina ahí. Se atreven a afirmar que “ha faltado una política industrial activa”, cuando resulta que las instituciones vascas llevan décadas promoviendo, precisamente, una política industrial activa -y cualquiera es consciente de ello-.
Recuperan lo de la “bancarización de las cajas vascas”, cuando fue una medida impuesta por Europa a raíz de la crisis financiera de 2008. Recordamos la campaña que montó Joseba Permach sobre supuestos “expolios” e intenciones de “privatización” de Kutxa y venta de acciones de Kutxabank; diez años después, Kutxabank sigue siendo propiedad de las Fundaciones y, por cierto, EH Bildu tiene representantes en la Fundación Kutxa.
Son osados al insistir en su ataque contra la incineradora de Zubieta, cuando su alternativa mágica a la gestión de residuos fueron los colgadores callejeros de basura.
Y machacan con el supuesto “desgaste de la sanidad pública”, una idea que recrean una y otra vez aun sabiendo que no es verdad. Por cierto, el Gobierno Vasco sigue a la espera de que EH Bildu haga sugerencias sobre el destino de los diez millones para la mejora de la atención primaria, apalabrados con ellos en la negociación presupuestaria. Les debe estar costando concretar ideas.
Y lo curioso es que, por mucho que estemos en tiempos disruptivos y de crisis sistémicas de todo tipo, no dejan de sugerir la misma receta, esa, la de toda la vida: “una moratoria” en el TAV, en la Variante Sur Ferroviaria y en el metro de Donostialdea, “por no tener rentabilidad social contrastada”. Sin embargo, paradójicamente, la línea 5 del metro que dará entrada a Galdakao, con alcaldía de EH Bildu, no solo no requiere de moratoria sino que es “un tema prioritario en la agenda local”. Y como también lo es en la agenda de las demás instituciones vascas —las encargadas de financiarla—, nos alegramos de haber coincidido.
En fin, menos mal que en el Euskalduna acabaron diciendo que “ha sido mucho lo conseguido y es bueno ponerlo en valor”, porque oída toda la tesis previa es difícil seguir la lógica que les lleva a esa conclusión, sobre todo, tras afirmar algo tan peregrino como que se ha generado “el mayor incremento de las desigualdades de los últimos 200 años”. Seguramente, no han leído el libro Historia de las mujeres en Euskal Herria. Según sus autoras, el XIX fue “un siglo horrendo para las mujeres, obligadas a realizar trabajos pesados en condiciones de miseria”. Ni han conocido en casa historias sobre el hambre del año 41. Ni recuerdan la crisis socio-económica de los 80, ni el 23% de paro de 1996. En realidad, EH Bildu no tiene un modelo propio y, por eso, buscan camuflarse en el nuestro, aprovechando estos tiempos de posverdad.
Durante décadas, la izquierda abertzale se parapetó en la estrategia de ETA, que nació con el objetivo fundacional de sustituir al PNV. Tras el fracaso histórico de ETA, llegó, afortunadamente, aquella apuesta “por vías exclusivamente políticas y democráticas”. Después, conocimos su modelo de gobierno en la Diputación de Gipuzkoa.
El caso es que siguen anhelando aquel objetivo fundacional y, ahora, nos presentan un “Euskal Eredua”, y hasta dicen poner en valor todo lo conseguido... pese a ellos. Un ejercicio de simulación para mostrar la cara más amable posible, esa que algún día les podría llevar “hasta la activación de mayorías” de lo que Casanova llamaba la Revolución Democrática. La pregunta es: ¿simulación “para después seguir avanzando”... hacia la imposición? * Burukide del EBB de EAJ-PNV. Portavoz en JJGG de Gipuzkoa