i en la noche electoral de Castilla y León los resultados me intranquilizaron, ahora que ha pasado algo de tiempo (una semana cuando se publica esto) la intranquilidad ha aumentado, principalmente porque los resultados definitivos se han prestado a todo tipo de especulaciones, precisamente en este tiempo en que el debate político que ocupa a los líderes adolece de tanto exceso de apasionamiento como falto de rigor. Por otra parte, vivimos tiempos de incertidumbre, alimentada por la ligereza de ánimo de los líderes políticos que emplean mucho más esfuerzo en embaucar a los ciudadanos, -y votantes, por tanto-, que en analizar con objetividad y rigor los resultados de un proceso electoral como el que ha tenido lugar en Castilla y León hace sólo una semana. Si la fijación de la fecha de celebración, que adelantaba la fecha normal en que debía haberse producido, provocó interpretaciones tan gratuitas como diversas, los resultados han provocado otro tipo de pronunciamientos y, lo que es peor, ha despertado las conjeturas de los líderes políticos castellanos y nacionales que, a la postre, se han encontrado con unas cifras difíciles de interpretar que requieren de rigor, precisamente en este tiempo en que las relaciones entre las formaciones políticas están basadas en el electoralismo y las especulaciones.

Resulta que el crecimiento desmesurado (de uno a trece) ha convertido a Vox en un dragón que amenaza y pervierte todas las interpretaciones. En una región como Castilla y León, tan variada en su estructura geográfica como humana, -por si fuera poco, integrada por nueve provincias de estructuras políticas muy diferentes, que ha dado pie a su nominación como “España Vaciada”-, los nuevos resultados marcan el principio de un nuevo tiempo que se caracteriza por el crecimiento de la extrema derecha y la incertidumbre. Las nuevas formaciones, que pretender “llenar” el vacío de Soria (Soria Ya, 3), de León (UPL, 3) y de Ávila (Por Ávila, 1) deberán poner mucho cuidado en no rivalizar entre ellas e, incluso, en compartir sus inquietudes con grupos humanos y asociaciones vecinales que, a pesar de estar activas y presentes en otras provincias, no han llegado a formar grupos capaces de competir electoralmente. El despertar de la España Vaciada no debe desembocar en una euforia desmedida en la que unos “provincianos” se empeñen en derrotar y prevalecer sobre los de otras provincias solo por el hecho de que unos se hayan mostrado más eficaces que los otros en la búsqueda de órganos representativos. Del mismo modo la gran irrupción en Soria, donde Soria ¡Ya! obtuvo el 42% de los votos, y tres de los cinco escaños de la provincia, no puede mover a los partidos tradicionales a desacreditar a la formación líder tachándola de “provinciana”.

Lo cierto es que quienes aspiraban a conquistar los cielos hace media docena de años mediante formaciones políticas “innovadoras”, que huían de las viejas ideologías bautizándolas con términos nada determinantes de sus auténticas intenciones, quienes proclamaban a los vientos el fracaso de los idearios clásicos y desacreditaban tanto los métodos como los fines de la izquierda y de la derecha, del conservadurismo y del socialismo, nominándose con términos tan poco contrastados como Ciudadanos (C’s) o Unidas Podemos (UP), han perdido la batalla, incluso la dialéctica, por poco innovadora e incluso por poco ambiciosa. Si C’s se ha quedado en uno solo de los doce diputados que tenía, a pesar de haber sido dinamitador del Gobierno, Podemos ha quedado en uno solo de los representantes con que contaba. Como quiera que el PP apenas ha crecido, a pesar del protagonismo que ha explotado si líder Mañueco, y a pesar de la pérdida de siete escaños por parte del PSOE, cabe sacar algunas conclusiones que han de mover nuestras reflexiones hacia razonamientos que inciten al rigor y ayuden a remediar esta debacle que puede convertir España en un paraíso para la extrema derecha.

PSOE y PP deben armarse de rigor para afrontar el nuevo tiempo. No se trata tanto de destruir a los emergentes de Vox, que han irrumpido con tanta fuerza como soberbia pasando de uno a trece representantes, sino de armar un muro de contención que, no solo paralice a los soberbios, sino que arme a quienes tienen la obligación y el deber de cerrarles el paso. Ni el PP debe engallarse por haberse impuesto sobradamente al PSOE en esta ocasión, ni el PSOE debe abusar de oportunismo exigiendo al PP que su comportamiento en Castilla y León debe extenderse, obligatoriamente, al resto del Estado. Lo que se dilucida ahora es cómo se resuelve el galimatías de los resultados electorales en Castilla y León donde, ahora mismo, han confluido la crisis del PSOE, la debilidad o escasa firmeza del PP, la nula credibilidad e impotencia de las nuevas y escasamente convincentes “pseudoideologías” de C’s y UP, las inexpertas causas redentoras de las provincias más inquietas, -Soria, León y Ávila-, y la osadía de la derecha extrema de Vox, que deberá encontrar frente a sí, como oposición, la voluntad de todos los demás.

El debate de los líderes debe ser, como mínimo, compresible. Vox, que se ha erigido en gran vencedor, debe encontrar en todos los demás un frontón frente al que se estrellen los intransigentes, es decir, ellos mismos.