“Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga Libertad”
(José Antonio Labordeta)
oy buscando libertad y no quieren oír, la libertad, la libertad derecho de la humanidad, es más fácil encontrar rosas en el mar” fue la letra de una canción del cantautor Luis Eduardo Aute que posteriormente popularizó Massiel en 1967 en plena dictadura franquista, y luego, ya en 2013 fue el grupo musical Reincidentes la que la adaptó al género rock y todo en claro y manifiesto homenaje a la lucha por las libertades y la democracia en la España fascista. De todas maneras y antes de cualquier otra consideración posterior, quisiera manifestar humildemente un sentido homenaje a la periodista filipina y corresponsal de la CNN Maria Ressa y al periodista y presentador ruso Dimitri Muratov, premios Nobel de la Paz 2021 en reconocimiento a sus luchas por la libertad de expresión como condición inexcusable, clave de bóveda, previa en la búsqueda y consecución de la democracia, la paz, solidaridad, igualdad de oportunidades, justicia y cohesión social. Mi sincero respeto y admiración contenida a ambos, a Maria y a Dimitri.
La Libertad es un concepto poliédrico que constituye uno de los anhelos más profundamente sentidos. Así lo han interiorizado diferentes sistemas y regímenes políticos, pero muchas veces por puro oportunismo coyuntural. Porque volver las espaldas a esta legítima y noble aspiración equivale a deslizarse peligrosamente por un camino de contrastado fracaso ético. Pero en fin, no hay acuerdo generalizado en el modo de precisar lo que se entiende por “libertad”, y así, se corre el riesgo de convertirla (la libertad) en palabra vacía, vacua, carente de significado y en el que regímenes políticos, de aquí y allá, se sirvan de proclamarla interesadamente según sus propias conveniencias oportunistas. Solamente cuando se respetan y se garantizan los ejercicios de las libertades políticas y sociales se posee un criterio objetivo para afirmar la existencia de un clima de libertad política y social. Porque no hay orden político justo, solidario y cohesionador que no esté basado en la libertad. Por ello, por ello mismo, es función esencial de la autoridad pública el instaurar, defender, implementar y proteger una situación donde impere la libertad. No hay estado democrático sin libertad.
La libertad y la concepción democrática del estado, de cualquier estado, parte de la afirmación fundamental del valor de la persona sosteniendo que solamente un clima de libertad política es compatible con el respeto que inexcusablemente se le debe. No habrá naturaleza humana que apueste por su propio perfeccionamiento y que no se realice auténticamente más que cuando ésta se actualice en libertad. La persona, hombre y mujer, ciudadanía en general, ejerce sobre sí misma un dominio fruto de su libertad interior por el que da a su vida la orientación y el sentido por el que opte. El ejercicio de la libertad es una tarea dinámica a realizar a lo largo de la vida entera, nunca está finiquitada plenamente, se va haciendo a medida que se va viviendo y creciendo en todos los sentidos y apartados del quehacer individual y social.
La libertad, con mayúsculas, exige que estén tuteladas realmente el conjunto de ellas (libertades) en su totalidad, porque sin su conjunto no existe ésta. Pero, y a su vez, las libertades deben apoyarse en el disfrute de unos derechos fundamentales mediante los cuales se satisfagan necesidades también fundamentales, como el de un mínimo bienestar laboral y económico. Y estemos atentos, la vida política, hoy más que nunca, se halla enfrentada al riesgo de imposiciones y políticas autoritarias por quienes abogan impunemente en contraposición a la libertad, por la demagogia, el miedo, la mentira, la intimidación, la chulería, la tergiversación, las medias verdades y la manipulación. Y por ello, precisamente por ello mismo, todo estado autodefinido como democrático y de derecho donde impere la libertad debe de reconocer sin ambages el exquisito ejercicio de las libertades fundamentales. Y algo ciertamente está claro, toda decisión libre supone un conocimiento previo suficiente, pues no hay libertad si no es posible escoger, y no se puede escoger razonablemente con acierto sin el suficiente y debido conocimiento.
¿Y allende las fronteras? Pues dada la imparable interdependencia entre estados la convivencia en libertad como baluarte de la democracia debe extenderse allá de los límites estatales. Porque el bien común, la democracia y libertad de cada estado no pueden ni deben separase del bien común, la democracia y libertad de la humanidad entera. Es más, debería ser obvio, las relaciones internacionales deberían de favorecer e implementar la libertad, democracia y bien común de y en las distintas comunidades políticas.
Libertad es compromiso, o no lo es. La Historia de la humanidad ha sido, también, una larga relación de lucha, solidaridad, superación y dignidad entre las personas, de esperanza ilusionada para con la búsqueda y logro de la libertad, de una actitud proactiva enfrentada a la desesperanza pasiva y a la dejación, porque en la vida se puede perder la fe, todo, menos la esperanza de encontrar un futuro mejor y más justo en libertad. Libertad significa fraternidad y solidaridad entre personas máxime en la crisis inédita que vivimos. Libertad como componente intrínseco de la democracia cuestiona las sombras de un mundo cerrado cada vez más dividido y en soledad, libertad es la antítesis de una sociedad donde se descarta y arrincona a los que ya no (nos) son útiles, a los que ya no (nos) sirven. La libertad, auténtico tesoro de la humanidad, aborrece un paisaje donde se pierden derechos y surgen nuevas formas de esclavitud en la medida en que se les destruye como seres humanos. La libertad no concibe, no puede concebir un mundo donde el herido social es abandonado en el camino. La libertad debe abogar por una mejor política, una política como suma de voluntades individuales que supongan avances hacia la justicia colectiva, una política que lleve la dignidad de la persona al centro, que tenga la solidaridad como eje, afronte los problemas de hoy, renueve las estructuras y organizaciones sociales y que se proyecte a todos globalizando los derechos sociales. La libertad aboga por una política donde el diálogo social sea la base de la misma política y donde prime el diálogo respetuoso siempre para con el punto de vista del otro. La libertad para que no caiga en la hipocresía debe instar a buscar la amistad social, el encuentro con los más desfavorecidos, curar las heridas del desencuentro y abogar por el diálogo constructivo.
La libertad es proyecto de dignidad humana, proyecto de Humanidad contenido en la promulgación de la Declaración Universal de los DDHH y que constituye norte ético a alcanzar. Un orden social se autofunda en libertad si contribuye a hacer posibles, para todos, los DDHH y la vida, es decir, si se compromete con la dignidad humana. Libertad como reto radical, construcción continua, imposible de comprar y decretar, se trata de vivir y construir.
Pero hay, parafraseo a Sánchez-Ostiz, quien piensa que la libertad es la inculta y grosera estupidez falta del mínimo sentido del ridículo de Isabel Díaz Ayuso de “vivir a la madrileña”, libertad que consiste en nada más y menos que tomar cañitas, mentir, engañar, prometer sin cumplir, embarrar, difamar, tergiversar leyes y un uso indebido de las instituciones. Habrá quien piense que libertad es salir a pasear y no encontrarte con tu anterior pareja y oír a literatos seniles decir que lo importante de unas elecciones no es que haya libertad sino votar bien y no hablar de pobreza y hambre de miles de madrileños y ello sin empatía alguna propia de alguien que todavía cree en siervos de la gleba, quien entienda libertad por vender viviendas sociales a fondos buitres, hacer negocio con la sanidad que debería ser pública y de prioridad social, y de estar a la cola de la calidad de prestaciones sociales. Habrá también quien la identifique con la egoísta imbecilidad de los negacionistas-conspiranoicos del covid y vacunas. Creo acertar, yo estaría de acuerdo, en lo que Labordeta les gritaría.
Imposible no acordarse del poeta-político abertzale de Euskal Pizkundea y jefe de Euzko Gudarostea Estepan Urkiaga Lauaxeta, fusilado por los fascistas un 25 de junio de 1937 en Gasteiz, con su “Dena eman behar zaio maite den askatasunari”.
Termina el año 2021, asoma 2022: Ojalá, parafraseando al mencionado, “que al levantar la vista sigamos viendo una tierra que ponga Libertad”, porque como decía Martin Luther King, “la falta de libertad y de justicia en cualquier lugar es una amenaza para ellas en todas partes”. Suerte pues en ello, nos la jugamos, demasiado importante para perder. Sea pues.