s posible que ustedes estén hartos de leer estas cosas, pero no más que yo de verme impelido a escribirlas. No por reiterado se hace menos enojoso comentar episodios de ese jaez. Se trata de un caso más de, en la práctica, alineamiento de la judicatura con la policía por el hecho de serlo. Enojoso, como digo. Me refiero a lo sucedido con el periodista Guillermo Martínez que denunció a un policía antidisturbios por golpearle con una porra cuando este le pidió su acreditación de prensa, en un mitin de Vox en Vallecas. Pese al informe médico, los testigos y los vídeos que confirman el relato del periodista, una jueza absuelve al policía, y pide abrir un procedimiento penal por delito de falso testimonio, fuertemente penado cuando de un particular se trata; y no solo a él, sino a tres periodistas más que fueron al juicio como testigos.
La asombrosa sentencia de la jueza Martínez Gamo en el fondo de asombrosa no tiene nada. Se trata de una jueza que actuó de manera significativa en el caso del comisario Villarejo y de las cloacas político-policiales, cerrando de manera sonada el paso a investigar algunas de las alcantarillas del Estado que le tocaron en suerte. Una jueza condecorada con una medalla al mérito policial, ignoro con qué fundamentos, pero condecorada... y dando explicaciones.
Lo que importa no es ya quién es la jueza de instrucción actuante en primera instancia, sino que la palabra del denunciante, las de los tres testigos aportados, el parte médico que prueba el daño causado y los documentos gráficos aportados, que deberían haber servido como pruebas contundentes de los hechos denunciados, no sirven estrictamente para nada. Aviso de caminantes pues y advertencia de indefensión si tal cosa se extiende, como de hecho se está extendiendo, porque de lo contrario no se harían públicos hechos como el que ahora comentamos.
Como grave, lo sucedido con el periodista Guillermo Martínez es gravísimo, porque los precedentes se van sumando de manera a mi juicio muy peligrosa hasta convertirse en doctrina, que es lo que se persigue, las excepciones hechas regla y ley que colocaría a quienes pueden ser víctimas de abusos policiales en la más absoluta indefensión. En la práctica, claro está, porque en teoría todos somos iguales ante la ley y no sé qué mandangas más. Ahí está el Borbón en Abu Dabi esperando a que escampe y le limpien el panorama, porque es cuestión de tiempo y de «interés general de interesados que se interesan», como decía un viejo marino vasco que andaba viendo como engañar a la compañía de seguros en una protesta de mar imaginativa.
No gano nada con decirlo y reiterarlo, lo sé, pero menos gano callándome y no aprovechando cuando menos este rincón de papel para exponer mi alarma. No se trata, en mi opinión, de una sentencia puntual ni mucho menos, sino de un clima autoritario y reaccionario propio de un régimen policial descarado, se disfrace como se disfrace, que es el que apoya la derecha en este país sin reparos, ni embarazos, con un descaro creciente.
Así las cosas, veo muy limitada la capacidad de informar de periodistas en circunstancias extremas, como pueden serlo manifestaciones pacificas que por arte de magia se hacen violentas y son con violencia institucional reprimidas. Estamos a un paso de la censura informativa (o de la disuasión que es también mordaza), al margen de las prohibiciones ya existentes, y no sé yo si con el siniestro desacato en el horizonte.
Y esto que alarma a una presa no le inquieta a otra, a la misma que no ha dado cuenta de la severa condena al juez que intentó destruir a Victoria Rosell, y que no ve con buenos ojos la derogación de la Ley Mordaza. Es la misma prensa que de cerca o de lejos estuvo pringada con la mafia policial. La misma que con su lectura te recuerda aquel pasaje de los diarios de Thoreau que decía que leyendo no sé qué periódico de su tiempo sentía que eran tuberías de letrinas. Eso fue en el siglo XIX, estamos en el XXI, los medios de comunicación han evolucionado mucho y ha corrido y corre mucho excremento; pero sí, no hay día que el menú mediático no tire para atrás con su tufo a cloaca.