ste es el comienzo de algo maravilloso” dijo la ministra Yolanda Díaz en la presentación pública del encuentro con Mónica Oltra, Ada Colau, Mónica García y Fátima Hamed con el fin de intercambiar puntos de vista y reflexiones sobre un nuevo proyecto político situado a la izquierda del PSOE. El reto, apasionante, está lleno de dificultades y quienes lo viven con justificada ilusión deben tener cautela. En primer lugar y, sobre todo, por el peso de una larga historia de divisiones en las izquierdas que terminó por crear y consolidar una cultura de la diferenciación por encima de lo que une. Las identidades ideológicas autosatisfechas crean reinos de taifas. En segundo lugar, porque habrá vindicaciones de quienes pedirán contrapartidas que garanticen la continuidad de su propio espacio y presencia cualificada en listas electorales.
Lo que, al parecer propone Yolanda Díaz, es una alianza para una propuesta de país que transcienda a las ideologías y que no sea la simple suma de fuerzas políticas. Ante fuerzas centrífugas, las lideresas deberán ser firmes en su idea de levantar una organización que aúne pluralidad y unidad. Sigue viva una cultura de sectarismos, de egos, y disputas por la hegemonía de unos grupos sobre otros. Ahora no se trata de crear un nuevo partido sino una fórmula nueva que los supere.
Por cierto, que a las lideresas no creo que les seduzca el nombre de Frente Amplio para la plataforma a crear y más bien haya que hablar de frente amplio o frentes territoriales como fórmula descriptiva. Frente con mayúsculas evoca a tiempos pasados, a frente popular. Es una reflexión que hago en voz alta y eso que yo si vengo utilizando el nombre de Frente Amplio. Ya nos entendemos.
Precisamente, hace poco tiempo, Ione Belarra, lideresa de Unidas Podemos, indicaba su preferencia por un frente amplio que supere los límites de una izquierda dividida. Pero Unidas Podemos tendrá que aceptar que ya no es el centro sobre el que gira el movimiento hacia la unidad. En todo caso en Podemos debe haber inquietud, al menos hasta que no se despeje su papel en la futura alianza. Por su parte, Iñigo Errejón ha venido estando más preocupado y ocupado por consolidar un espacio propio como Más País que le de la fuerza que ahora no tiene, para poder discutir y negociar con otras organizaciones políticas un posible frente amplio. Pero su posición ya está debilitada desde el momento que se presenta el acto de Valencia.
Los próximos meses serán clave para entender hacia dónde van estas izquierdas que ya hablan de un frente amplio como modo de transmitir el proyecto en el que trabajan. Las elecciones andaluzas de noviembre de 2022 serán el termómetro que medirá las voluntades de unidad y de división. En todo caso el anuncio de Yolanda Díaz obliga a todos los grupos a la izquierda del PSOE a posicionarse. Y a los socialistas les obliga a cuidar mejor su flanco izquierdo y a practicar, al menos en algo, su autoproclamada socialdemocracia que de entrada no tiene mucha credibilidad. Y es que no somos lo que decimos sino lo que realmente hacemos.
El caso es que, tampoco en este asunto, las novedades parten de cero. Precisamente, en las izquierdas occidentales, las miradas se enfocan hacia una experiencia exitosa: el Frente Amplio de Uruguay (así es como se llama en el país latinoamericano) ¿Hasta qué punto las lideresas reunidas en Valencia fijan su atención en una alianza que acaba de cumplir 50 años con buena salud política? He aquí una breve semblanza para quien no sepa de esta experiencia.
Se trata de la unidad popular mayor y más perdurable en todo el mundo. Medio siglo trabajando en el marco de una alianza transversal que supo ensancharse hasta incorporar a sectores de todo el abanico de izquierda y progresista de la sociedad. Es sin lugar a dudas un referente en tanto que fuente de inspiración, no desde luego para ser plagiado.
Surgió en 1971, dos años antes de que un golpe de estado sumiera al país en una oscurana que se prolongó hasta 1985. A pesar de la represión sufrida, sobre todo por el movimiento tupamaro en la década de los 80 el Frente Amplio obtuvo por encima del 20% de los votos. En la década de los 90 tuvo un ascenso considerable: el 30% en 1994, y el 41% en 1999. En 2004 logró el 51,7 % de los votos y la presidencia del país por tres mandatos, hasta 2020. En las últimas elecciones generales descendieron sus apoyos hasta el 40% perdiendo por unas décimas la presidencia ante Luis Lacalle del Partido Nacional.
Hoy, el Frente Amplio se encuentra en plena autocrítica, al tiempo que vive un duelo por el fallecimiento de Tabaré Vázquez, uno de sus líderes más reconocidos, exintendente de Montevideo y expresidente de la República. Pero lo cierto es que ahora ni nunca, a lo largo de su existencia, ha nacido de su interior la idea de que haya que construir otro partido, algo que desvela la fortaleza de sus pilares políticos.
Hace cincuenta años, la fundación del Frente Amplio surge en un marco de crisis económica, efervescencia social y represión del gobierno de Jorge Pacheco, con el trasfondo de la revolución cubana. Fue el fruto de la confluencia de una docena de organizaciones que entendieron que el aumento del número de perdedores como resultado de las políticas liberales de los gobiernos turnistas, Partido Colorado y Partido Blanco (luego Nacional) era una ventana de oportunidad para las izquierdas. Efectivamente, los dos partidos hegemónicos tradicionales, estaban perdiendo el favor de las clases medias y las izquierdas entendieron que era su hora.
La puesta en marcha del Frente Amplio ocupó un campo tan incluyente que no quedaba ningún otro espacio que le disputara el terreno. Lo primero que hizo la nueva alianza es adaptar sus propuestas de manera que sectores medios de la sociedad, donde se encontraba la mayor concentración del electorado, pudieran sumarse. Se definieron tres ejes: una oposición fuerte para captar el descontento ciudadano; una moderación ideológica y la búsqueda permanente de una mayor amplitud de las alianzas. Desde la izquierda hasta el llamado centro, el Frente Amplio aplicó un rastrillo que recogía la intención de voto de la mayoría de la sociedad.
La conformación de la alianza, hasta llegar a su consolidación, pasó por episodios de lucha de líneas entre agrupaciones internas, pero funcionó el método del diálogo permanente sin que ningún interlocutor se levantara de la mesa antes de llegar a un acuerdo. La unidad era sagrada e irrenunciable. La emergencia de un liderazgo dialogante y propositivo hizo ver que la ecuación no era “ganar unos para que perdieran otros” sino que era “ganar todos para ganar todos”.
El liderazgo más conocido internacionalmente conoce nombres como el General Líber Seregni, José Pepe Mujica, Danilo Astori y Tabaré Vázquez. Pero es justo reconocer que en la fundación de la alianza fueron clave Zelmar Michelini que se salió del Partido Colorado, el democristiano Juan Pablo Terra y el comunista Rodney Arismendi. Los tres, como grandes visionarios, supieron superar con gran altruismo sus diferencias para reencontrarse en un proyecto común y elegir al militar de enorme prestigio, Líber Seregni, como candidato a liderar la nueva alianza.
Seregni fue detenido, torturado y encarcelado, pero presidió el Frente Amplio hasta el año 1996 que es cuando Tabaré Vázquez le toma el relevo.
José Pepe Mujica que en 2010 ganó las presidenciales con el 47,9% de los votos en primera vuelta y el 52,3% en segunda, no se cansa de denunciar lo que considera la enfermedad infantil de la izquierda: su capacidad para desunirse. Dice: “El problema de la izquierda en la historia de la humanidad es la desgracia de no poder mantener la unidad. Tener bien claro cual es el adversario principal y no dejarse confundir y transformar en principal la diferencia ocasional que se puede tener”.
Mujica reflexiona: “Nosotros hemos construido una fuerza política donde está todo el espectro de la izquierda y del progresismo. No queremos ser testimoniales, queremos hacer. Por eso nos sometemos a los acuerdos colectivos del Frente Amplio. Dependemos del todo. ¿Saben cuánto nos costó aprender eso? Una vida”.