El 13 de diciembre de 1993 Eva Aguilar se sacó el carné de conducir. Un día más tarde le dejaron una furgoneta pequeña para repartir paquetería por Vitoria. Lo había mamado desde pequeña y no se le hizo raro porque toda la vida había visto a su padre al volante, primero trabajando para otros y luego montando una empresa de paquetería que derivó en una compañía de viajes directos que ha acabado en manos de Eva y su hermano. “Vamos a una empresa, cogemos la mercancía y la trasladamos a cualquier sitio”, aclara. Ahora su día a día va ligado a un vehículo de 4,10 metros de largo y 3.500 kilos que tiene que estar el menos tiempo posible parado para cumplir los compromisos con la empresas “365 días al año, entregas en 24 horas”.

Eva se denomina transportista “porque camioneros son quienes llevan un trailer, y repartidores quienes llevan un vehículo más pequeño que el mío y hacen paquetería”, explica. Para ella es habitual recibir una llamada y tener que preparar su furgoneta para marcharse a Andalucía, Madrid, Toulouse o cualquier otro lugar. Y aunque asegura que lo más duro es “no poder hacer planes y tener tu vida social y familiar condicionada”, pero que el resto lo lleva bien, sus dos hijas aseguran que “se le cambia el humor cuando tiene que marcharse de viaje y hacer noche y el ambiente se tensa”.

Cuando esto sucede, inmediatamente se pone en acción para dejar todo listo en casa para que no les falte nada a ellas y su marido mientras no está. La mayor de ellas, Eli, ha trabajado en la empresa durante 3 meses, mientras empezaba sus prácticas como auxiliar sanitaria, y repite varias veces que “es muy duro”. “Mi madre lo normaliza porque lleva toda la vida haciéndolo, pero estar todo el rato en la carretera sola, no descansar bien y estar pendiente de una llamada no es fácil”, manifiesta. Y eso que ella empezó con los viajes bien pronto. Cuando Eva dio a luz a Eli y Enma se las llevaba en la furgoneta en el reparto porque tenía que darles pecho y era normal fuesen al lado. “Las empresas con las que trabajamos desde hace tiempo las conocen porque con su mercancía llegaban ellas”, bromea.

La pandemia ha trastocado un poco su ritmo de trabajo y, aunque van recuperando el paso, no hacen tantos viajes largos como antes cuando era más normal “llegar de Andalucía e irte a Madrid y cuando volvías tener que regresar a la capital con otra mercancía”, asegura.

Y con tantos años de experiencia son muchas las anécdotas y saberes que acumula. Como aquella vez que estaba durmiendo en la parte delantera de la furgoneta, como hace siempre que le toca hacer noche, y escuchó una pelea fuera y acabó pasando en un salto a su asiento para marcharse rápidamente de allí. “Dormir en esas condiciones es duro para cualquiera, pero encima las mujeres arrastramos más situaciones de miedo que nos hacen sentirnos inseguras”, plantea. Con los años ha aprendido a ver en qué zonas de las áreas de descanso para y a qué bares va porque ya le conocen y no le van a mirar raro. “Siempre hay algún maleducado, pero para ese da igual que seas camionera u otra cosa, va a ser irrespetuoso por ser quien eres”, lamenta.

Referente

Como socia de su empresa tiene claro que para ella el género no va a ser motivo para no contratar a alguien. “Si yo lo llevo haciendo toda la vida, no sería muy lógico”, asegura, aunque sabe que hay factores que pesan todavía para que no se normalice más la presencia de mujeres en la carretera: “Las horas de conducción, las condiciones, los sueldos y lo complicado de mantener relaciones sociales”, no ayudan. Sin embargo, con todos esos condicionantes, ella se siente a gusto al volante. Mirada al frente, control y pa’lante