oy se cumplen los diez años de este anuncio. Vistos los antecedentes de ETA y los pronunciamientos posteriores de su mundo político, cabe interpretar tal pronunciamiento de “cese definitivo de su actividad armada”, “su compromiso claro, firme y definitivo de superar la confrontación armada”, etc. más como el resultado de una derrota que de un acto de reflexión inteligente, ética y con la visión generosa de aportar una salida al bienestar de la sociedad vasca.
Después del Acuerdo de Ajuria-Enea de enero de 1988, tras el atentado de Hipercor el 19 de junio de 1987 y de la casa cuartel de Zaragoza el 11 de diciembre del mismo año, se reiniciaron conversaciones con ETA que culminaron en diciembre de 1988 y enero de 1989 con un compromiso mutuo: no habrá atentados, no habrá detenciones, es decir, tregua mutua, y se iniciaron las conversaciones de Argel. Aquel alto el fuego o tregua generó una enorme ilusión en la sociedad vasca. Posteriormente y ante el riesgo de ruptura de las conversaciones de Argel, la mesa de Ajuria-Enea convocó la manifestación de Bilbao del 18 de marzo de 1989, una de las mayores de nuestra historia. Las exigencias de ETA de hace 10 años estaban formuladas en las conversaciones de Argel, pero ETA no solo pretendía una victoria total, sino la humillación del adversario, y en Madrid empezaban también a dudar de la conveniencia y del buen fin de las conversaciones, y un atentado de ETA liquidó definitivamente Argel.
Y vuelta a empezar. 10 años de reuniones de la mesa de Ajuria-Enea, acuerdos y desacuerdos entre partidos, atentados, asesinatos, secuestros, impuestos revolucionarios, amenazas, socialización del dolor, manifestaciones con eslóganes de ETA mátalos, etc. y petición de la mesa de Ajuria-Enea al lehendakari, que elabore un nuevo documento que ayude a reorientar una posible vía de solución al problema... y llega el Plan Ardanza. Conversaciones directas entre PNV, HB y ETA, que posteriormente se amplían a otros partidos, sindicatos, y agentes sociales, alumbraron el Pacto de Lizarra que se firmó entre todos los participantes el 12 de noviembre de 1998. No hay partidos de ámbito estatal, pero sí se le comunica a José María Aznar, presidente del Gobierno español. Y el 19 de noviembre de 1998, ETA anuncia en rueda de prensa su compromiso de alto el fuego indefinido y sin condiciones, y deja en manos de los partidos políticos la solución al conflicto.
El acuerdo de Lizarra, quienes lo suscribieron, lo consideraron básicamente como la percha o la pista de aterrizaje en la que ETA pudiera colgar dignamente las armas, siguiendo los requerimientos de la sociedad vasca. Aquello duró un año largo y vuelta a perder otro tren por parte de ETA. Culpable del fracaso según ETA: el PNV.
Antes, entre y después de estos hitos, sobre todo en tiempos del presidente Zapatero, y del propio Aznar, hubo múltiples intentos de salidas dialogadas que no cuajaron, bien porque ETA los despreció, bien por sus caídas o detenciones, bien porque querían imponer sus condiciones o porque cambiaban los interlocutores o por los malos tratos en las cárceles o por la guerra sucia del Estado... Todo lo cual esterilizaba o abortaba cualquier intento del Gobierno Vasco o del PNV de búsqueda o comprobación de si había agua en la piscina, que era siempre lo que nos pedía Madrid, para el inicio de un nuevo proceso serio. Todos los procesos fueron frustrantes, interesados políticamente, y los engaños por una parte y otra eran constantes.
La sociedad vasca se fue desengañando, incluso desentendiéndose, y cuando el último intento del presidente Zapatero, que sí alumbró una cierta esperanza, quebró con el atentado de la T4 del 30 de diciembre de 2006 aquello acarreó una gran decepción y frustración contra ETA. El mundo político de ETA fue desertando, la gente empezó a enfrentarse a concejales y a boicotear negocios de gente de batasuna, la policía era cada vez más eficaz, Francia colaboraba más, y cundió el temor en ETA de que dentro tenían cada vez más topos, todo lo cual, con la colaboración de algunos dirigentes de su propio mundo, sirvió para que se convencieran de que había llegado su fin, si no querían que el movimiento político que se había creado a su amparo desapareciera también con ellos.
Y así llegamos, a la efeméride de hace diez años.
ETA creo y espero que haya desaparecido, pero los odios, rencores, el sufrimiento de mucha gente no, y cuando se les pide que reconozcan que matar estuvo mal, que el daño y dolor causado estuvo mal, y además fue inútil, que no sirvió para nada, dudo de su empatía para tener coraje y valentía suficiente para dar ese paso.
Todavía recuerdo cuando yo, niño de 9 o 10 años, después de misa, subía los domingos a la mañana al monte, a Intxorta generalmente, con mi padre y recorríamos las trincheras y alambradas, y escuchaba sus historias de gudari en las que le tocó defender aquellas posiciones, y me hablaba de los soldados que venían a atacarles, la mayoría carlistas de Navarra y Gipuzkoa, y también me hablaba de los carlistas de Elorrio, y en euskera me solía decir: “Ume gure baserriko izarak, altzairuak, eta abar... horren edo beste horren etxean dagoz...”, hasta hoy.
Y las consecuencias de esa brutal Guerra Civil, de una brutal persecución posterior, acompañado de robos e incautaciones, nunca nadie lo reparó, ni pidió perdón, ni reconoció que aquello estuvo mal, muy mal. Los que perdieron aquella guerra, y los que tenemos aún fresca la memoria del sufrimiento y humillación, cuyas consecuencias tuvimos que sufrir, no olvidamos ni perdonamos, pero miramos adelante educando a nuestros hijos e hijas y nietos y nietas en los valores del ser humano, que toda esta historia pasada, dura y triste hay que conocerla para no repetirla, que el odio y la venganza corroe a quien la sufre, el perdón enriquece, si te lo piden.... pero que desgraciadamente en la historia de la humanidad no ha sido el arrepentimiento y la petición de perdón lo más destacado de nuestro comportamiento humano.
¿Conseguiremos de ETA y su mundo político lo que les pedimos? ¿Que reconozcan sus errores? ¿Lo hemos conseguido de los carlistas, de los falangistas, de los franquistas, de los torturadores en las comisarías y cuartelillos, de los GAL, etc.? Evidentemente No.
En mis tiempos de lehendakari siempre quise que se conociera y asumiera la historia cruel de la Guerra Civil, de la dictadura, con todas sus consecuencias, y para ridiculizar mi memoria me solían preguntar algunos si iba a remontarme en la historia hasta los reyes católicos. Evidentemente no, la historia de mi generación y la de nuestros padres era suficiente para constatar todo esto. Para estos ínclitos historiadores la historia de la violencia y del terrorismo empezaba con ETA. Lo otro era agua pasada, historia pasada.
Después de 40 años parece que el franquismo y sus consecuencias han prescrito. Hoy, que los acontecimientos caminan con mucha mayor rapidez, ¿cuántos años necesitará nuestra sociedad para que prescriban también las barbaridades de ETA? Para mis nietos, ETA es ya historia lejana.
Hagamos un relato lo más objetivo posible, para, sobre el mismo, mantener una memoria lo más sincera posible y que la historia nos salve el futuro. * Lehendakari Ohia