ltimamente se están produciendo manifestaciones, pequeñas unas, nutridas otras, que atacan la obligatoriedad del uso de la mascarilla y niegan la pandemia, a la que consideran un invento conspirativo de alcance mundial, para controlarnos a todos y todas mediante medidas restrictivas y, sobre todo, inoculándonos vacunas provistas de microchips. Si este modo de pensar fuera sólo eso, un modo de pensar, su existencia no sería tan inquietante. Pero ocurre que estas personas, aunque una minoría, se muestran activas, y son militantes en su ataque a la ciencia y la divulgación del rechazo a medidas que nos protegen.
Pero, para quienes se escandalizan y no dan crédito a este negacionismo que parece ignorar los datos de contagios y fallecimientos, lo primero que hay que recordar es que el negacionismo es un fenómeno que ha acompañado la historia de la humanidad y no hay nada nuevo bajo el sol.
El negacionismo más conocido en la época en que vivimos es el que afirma que el genocidio de los judíos nunca existió. A pesar de que el empirismo verificable presenta pruebas irrefutables e innumerables testimonios, los negacionistas del holocausto consideran que el exterminio es una historia fabricada para favorecer los intereses sionistas y al Estado de Israel. Salvando las distancias, conocemos también el negacionismo sionista sobre el mal trato que ejerce sobre el pueblo palestino.
El negacionismo del cambio climático ha ido creciendo en los últimos años. Niega la realidad y se opone al consenso científico que denuncia el calentamiento global. En este caso, parece que grandes intereses industriales y políticos participan de este negacionismo que no es el resultado de una falta de información o de un déficit cultural que rechaza a la ciencia, sino de intereses económicos. El cambio climático plantea responsabilidades que instituciones y personas no están dispuestas a aceptar. El medioambientalismo propone limitaciones en el crecimiento y un gasto que nadie está dispuesto a asumir.
Negar la verdad o simplemente negar la búsqueda de la verdad, es una tentación de quienes dan la espalda al pensamiento complejo y buscan siempre explicaciones simples o simplistas que otorgan seguridad instalándose en el pensamiento irracional. La verdad es incómoda y la mentira puede ser más confortable.
Se dice que el negacionismo ha sido una herramienta de control de grupos poderosos, y probablemente es así. También es un instrumento en manos de Estados. Turquía sigue negando su responsabilidad directa en el genocidio de un millón de armenios. Pero hay negacionismos que parecen ser la expresión de mentalidades que buscan notoriedad disparando idioteces desde el absurdo. El terraplanismo es uno de ellos. Niega que la tierra sea redonda. Empezó como un delirio de unos pocos y hoy acoge a miles de personas. Los que en su momento se opusieron a Galileo Galilei fueron los padres y madres de este negacionismo.
Hay negacionismos de la historia que mediante una revisión orientada tratan de sustituir una verdad aceptada por una mentira repetida. Por ejemplo, quienes reescriben la intervención española en la conquista de América, negando las matanzas de poblaciones indígenas por los españoles.
Cada vez conocemos mejor el funcionamiento del cerebro, del universo, la química de la vida… Sin embargo, cada vez hay más gente que opina que la tierra es plana, que las vacunas no funcionan, que el calentamiento global es mentira. La pregunta es ¿por qué? Lo cierto es que siempre ha habido escépticos, aunque quienes creen que la llegada a la Luna fue un montaje de Hollywood, no hacen daño a nadie. El problema es cuando el escepticismo sano, crítico, deviene en una mentalidad conspirativa o se constituye, a su pesar, en un campo abonado para el negacionismo puro.
¿Qué hay en común entre los autoproclamados Médicos de la verdad y Miguel Bosé? Esta plataforma de médicos arremete contra el confinamiento, los test del PCR y la mascarilla, con una argumentación pretendidamente sanitaria. Bosé, ¿lo hace por afán de un protagonismo una vez que se ha acabado el artista? Es lo que honestamente pienso. Bosé nos pide que no llevemos mascarilla, pero él mismo la lleva. Pero, ¿qué hay en común entre los negacionistas?
Hay negacionistas que afirman que la pandemia es un invento, otros admiten que pueda haberla, pero no con la gravedad que describen las autoridades, y proponen como alternativa plantas medicinales, dióxido de cloro y otros compuestos desinfectantes, infusiones, ingesta de bebidas calientes, superalimentos y todo tipo de milagros. Pero unos y otros creen que hay un plan oculto dirigido por élites poderosas que persiguen un nuevo orden mundial. ¿Pruebas? ninguna. Pero, ¿qué importa si el mensaje cuaja en un público predispuesto?
Los hay de todas las ideologías por motivos diferentes. Abundan más las personas de derechas, yo diría que, de extrema derecha, que aprovechan toda oportunidad para atacar a la política y a los políticos. Creo que el deseo de venganza social, la cultura de la conspiración, la inclinación a creencias excéntricas, el iluminismo que cree conocer la verdad, son algunas causas que están detrás de comportamientos inaceptables que son una amenaza para los más débiles de la sociedad. Los hay pues, personas antisistema, seudocientíficas, esotéricas, anti-vacuna y conspiracionistas.
El mayor problema de este movimiento, que no es unívoco, es que hace propuestas peligrosas contra la salud. Si no fuera así seguramente nos daría la risa. Pero esto no tiene nada de gracioso.
Casi 20 millones de casos y más de 732.000 muertos en todo el mundo, estos son los registros que ha dejado el covid