n el año 2008 el analista de comportamiento económico de los seres humanos Nassim Nicholas Taleb popularizó la expresión “Cisne Negro”. Se define así a un suceso improbable, con consecuencias importantes y cuyas explicaciones a posteriori buscan encajar lo imprevisible en un modelo teórico que sólo sirve para la teoría. Nunca para la práctica. En los modelos econométricos tradicionales que sirven para interpretar la realidad aparece una perturbación aleatoria que sigue la denominada “distribución normal”. Eso implica que oscila entre unos valores determinados. Por ejemplo, la altura de una persona cumple este requisito. No existen personas que midan tres metros o tres centímetros. Cuando aplicamos esta idea a la variación de precio de una acción, dicho requisito no se cumple. Sí, es muy difícil que de un día para otro una acción valga cero o suba un 200%. Pero no es imposible. Podría ocurrir que una empresa fuese una estafa y tuviese todas las cuentas trucadas; cuando se descubre eso, su valor es nulo. Podría ocurrir que una empresa haga un descubrimiento sorprendente, como un fármaco para curar una enfermedad grave. Entonces ocurre lo contrario.
Muchos teóricos consideran el coronavirus un Cisne Negro: ¿quién podía imaginar esta historia de confinamientos, mascarillas y distancia social? Pues bien, para Taleb, no estamos ante un Cisne Negro. Lo que estamos viviendo es un “Rinoceronte Gris”. Así se denominan los peligros predecibles contra los que no actuamos. Entonces, ¿por qué nos quedamos quietos? La explicación es muy sencilla. Si un Gobierno gasta millones de euros en medidas de prevención y no pasa nada, por un lado se le acusa de derrochador. Por otro lado, gastos que le podían haber aportado réditos electorales no se pueden realizar. En la pandemia de la gripe A (año 2009), el Gobierno español compró 37 millones de dosis de vacunas, el alemán 50 millones y el francés 94 millones. No se usó ni el 5% de las dosis; el resto se ha destruido.
Michel Wucker escribió The Gray Rhino (El Rinoceronte Gris, año 2016). Así se definen a las amenazas que están identificadas pero que no podemos o sabemos cómo se pueden detener. Por cierto, el nombre viene de la manera en la que interpretamos la realidad. Tendemos a clasificar los hechos en blanco o negro. Y no es así. Los rinocerontes aparentemente tienen ese color, pero en realidad todos son grises. Cambiará la tonalidad, pero son así. Esta metáfora sirve para la vida misma.
Sí, es muy popular el dicho de que “una vez listo, todo el mundo es listo”. Y existen múltiples amenazas: ciberataques globales, desequilibrios financieros o una posible guerra termonuclear. No podemos gastar todos los recursos que tenemos en contener los peligros futuros, ya que sacrificaríamos nuestro presente. De la misma forma, no se puede sacrificar toda la libertad de las personas para tener la mayor seguridad posible. Sólo hay una excepción que lo justifica: una circunstancia sanitaria crítica. No obstante, tener definido un problema concreto nos ayuda a prepararlo mucho mejor. Es mucho más importante hacer la pregunta adecuada que tener la respuesta perfecta. De hecho, en la vida real no siempre hay una respuesta perfecta. Lo que para unas personas es adecuado, para otras no lo es. Por ejemplo, para contener el coronavirus existen los siguientes consensos: lavado de manos, distancia social, uso de mascarillas en lugares cerrados, evitar las aglomeraciones. A partir de ahí, el debate es enorme. Incluso había pensadores que comentaban el gran peligro de las mascarillas: pueden tapar los ojos de las personas y si no saben por dónde andan se pueden despistar, ir a la carretera y ser atropellados por algún coche. Surrealista, ¿no? La teoría del Rinoceronte Gris sirve para vivir alertas y tener presentes los riesgos futuros. Tomar medidas de prevención, siempre. Vivir cohibidos y con miedo, nunca.
Existe una enseñanza para los políticos de hoy: prevenir es curar. Pero es difícil que se lo tomen en serio, ya que no tienen incentivos para ello. Es más: seguirán aplicando políticas de corto plazo preocupándose por lo “políticamente correcto”. No es algo despectivo: es la historia de la humanidad. Siempre ha sido así.
Al menos, en nuestra vida cotidiana sí podemos aplicar la enseñanza del Rinoceronte Gris. Existen muchos casos de empresas que cierran, matrimonios que se rompen, personas con problemas de salud graves que no han querido ver la realidad y no han cambiado sus hábitos cuando debían. Ojo, la mayor parte de las veces ha sido de forma inconsciente. Si nos dicen que algo va mal, cuando vemos cuatro señales negativas y una positiva nos quedamos con lo bueno. Es una defensa psicológica que a largo plazo puede ser peligrosa y destructiva. Por lo tanto, seamos cuidadosos. Tendemos a pensar que las cosas van a seguir siendo igual. No es así. Vivimos en una selva en la que entre otros animales, habitan rinocerontes. Rinocerontes grises.
Economía de la Conducta. UNED de Tudela