i de algo es descriptiva la crisis generada por el Covid-19 es de la fragilidad de los esquemas vigentes. Nada ni nadie había alcanzado a vislumbrar la trascendencia que una pandemia generada por un virus común y corriente como los de la gripe podría tener hasta subvertir el orden social y económico a nivel global.
No hemos alcanzado a interpretar que el desorden en una esfera cotidiana, la de una enfermedad común transmitida a nivel global, también es capaz de afectar de modo decisivo a casi todas y cada una de las vidas de los habitantes de este planeta. Si alguien vivía hasta ahora pensando que lo global no era más que una construcción ficcionada de la que cabe abstraerse edificando una sociedad local a medida, el aislamiento en nuestras casas es la prueba concluyente de que nada ni nadie va a poder escapar de ese mundo globalizado.
Al margen del devenir de esta crisis, son infinidad los interrogantes que esta nos pone encima de la mesa. La interconexión ha dejado de ser una alternativa y, además de una realidad, se ha convertido en una necesidad. Ni la economía ni las finanzas van a poder tener otra perspectiva diferente de la que bosqueja la construcción de espacios compartidos, mundiales, de bloque o parciales como el de la Unión Europea, ni los servicios públicos van a poder tener otra dimensión y otras características diferentes de las de las necesidades puestas a escala civil. Vamos a reclamar igual respuesta pública en toda Europa, que ha dejado de ser solo esa alternativa a la que llegamos por principios o por convicción democrática para convertirse en la dimensión de nuestras necesidades como ciudadanos. Incluso el modo de relacionarnos en ámbitos mercantiles, laborales o de otro orden tampoco podrán ser ajenos a esa dimensión, que no es nueva, pero ahora se hace más explícita. Los esquemas de enfrentamiento, incluso de lucha de clases como algunos siguen postulando siglo y medio después, no resisten ya el mínimo contraste con una realidad que es más futuro que presente.
Y el gran problema es que esa realidad del futuro nos ha alcanzado sin prepararnos, sin haber podido predecir siquiera que ese orden figurado había cambiado, por lo que nuestras respuestas están siendo improvisadas, carentes de perspectiva y sustento ideológico. Y no digo nada sobre preparación. Nos adentramos en una selva de la que solo sabemos que tiene árboles en forma tanto de problemas como de oportunidades, pero sin saber siquiera de qué especie son ni cómo vamos a conducirnos por ella. El futuro nos ha pillado por sorpresa y solo queda hacerle frente con los medios que tenemos, si bien pido que tengamos la inteligencia de entender que sin una visión y estrategia común, global y compartida, ninguna solución podrá ser ni adecuada ni justa ni duradera.
El autor es diputado del Grupo Vasco en el Congreso