La autorización de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a Estados Unidos para imponer aranceles a productos procedentes de la Unión Europea por valor de 6.900 millones de euros debe analizarse con prudencia por la dimensión de las medidas -Washington pretendía aranceles por más de 11.000 millones- y la realidad de su afección a la economía vasca. Pero también con prevención ante lo que puede suponer en cuanto a recrudecimiento de la guerra económica que, aunque contenida, mantienen la UE y EEUU, especialmente desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. En el primer aspecto, y a expensas de la confirmación el día 18 del listado de productos a los que EEUU impondrá los nuevos aranceles del 10% y el 25%, las consecuencias se podrían calificar de hasta cierto punto limitadas en cuanto al volumen total de las exportaciones a EEUU, cuarto destino de nuestros productos (tras Francia, Alemania y Gran Bretaña). Y ello aunque para la economía vasca se trate de un mercado creciente que ha supuesto en los primeros siete meses de 2019 el 8,6% de las exportaciones (1.315 de los 15.198 millones) y hasta relevante para sectores como el vitivinícola, uno de los más que posiblemente afectados, que el pasado año exportó 5 millones de litros por 28 millones de euros al mercado estadounidense, el segundo en importancia tras el británico. Ahora bien, no se puede negar que la imposición de estos nuevos aranceles y la respuesta que ya prepara Europa -como hizo en 2018 tras el gravamen por EEUU a las importaciones de acero y aluminio europeos- agrava el enfrentamiento que Bruselas y Washington mantienen ante la OMC durante 15 años a raíz de la pugna entre Airbus y Boeing y que Trump ha fomentado dentro de la política de guerras comerciales que libra por todo el mundo. De momento, añade dificultades a un acuerdo, ya antes poco factible, en la reunión prevista para el día 14 entre EEUU y UE ante la OMC. Y aunque las consecuencias inmediatas y directas de esa guerra comercial en el global de la economía vasca puedan calibrarse como limitadas, su suma con una posible desaceleración económica que ya presenta síntomas en otros mercados claves, como el alemán, y con los previsibles efectos de un cada vez menos improbable Brexit sí dibuja un horizonte de seria preocupación a medio plazo.
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