La inminencia de una incierta y a priori disputada triple convocatoria electoral -generales, municipales-forales y europeas- en el plazo de un mes ha exacerbado desde hace semanas las diferencias entre los partidos, ha radicalizado y polarizado en exceso los posicionamientos -con la lógica consecuencia de su simplificación vía estrategia de marketing-, ha acrecentado el populismo y ha enconado y agriado el lenguaje político. Al mismo tiempo, la cercanía de las urnas ha espoleado a la oposición, en Madrid y en Euskadi, elevando el nivel de la crítica, a menudo mediante grandes dosis de demagogia y manipulación de datos y de información. En el caso de Euskadi, por ejemplo, las fuerzas de la oposición, sobre todo tras la dimisión del consejero Jon Darpón debida, precisamente, a esa estrategia de acoso y derribo, están basando su discurso en una acusación genérica de parálisis, debilidad y falta de liderazgo en el Gobierno Vasco. El objetivo de estas maniobras es cuestionar la capacidad de gestión y resolución del gabinete de Iñigo Urkullu, una de las grandes señas de identidad que caracterizan a las instituciones lideradas por el PNV. La interesada especulación sobre un posible adelanto electoral desmentido en numerosas ocasiones por el propio lehendakari ha impulsado aún más esta estrategia, llevándola al terreno de la precampaña electoral. La realidad, sin embargo, indica que el Ejecutivo vasco está cumpliendo, pese a su situación de minoría parlamentaria, los patrones de eficacia y calidad en la gestión exigibles y está llevando a cabo, también con un alto grado de cumplimiento, los planes estratégicos a los que se comprometió el lehendakari. Todo ello pese a la labor a menudo obstruccionista de la oposición. Los datos económicos son incontrovertibles. Euskadi, que batió el año pasado su récord de recaudación y ha mejorado de forma notable en el número de empleados, es la administración del Estado más equilibrada y que mejor ha ajustado su presupuesto, habiendo ejecutado hasta un 97,5% del gasto previsto y alcanzando un superávit de 507 millones de euros. Todo ello, al margen de la gestión meramente política, que esta semana dará también sus frutos con el cierre previsto de cuatro transferencias. Un bagaje que habla a las claras de una gestión eficaz, tangible y característica del buen gobierno en toda su extensión.
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