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Escena y horizonte

Puede que la jornada de ayer sea un buen ejemplo de la deriva que atraviesa la política, no hoy, ni ayer, sino desde hace ya mucho tiempo. Esa idea de la modernidad líquida que enunció Zygmunt Bauman -sin referencias ni realidades sólidas, en continua transformación, cada vez más provisional y precaria, pendiente de lo novedoso y, a también por ello, agotadora- parece tener su epítome en una escena política en la que discurren perfectamente imbrincados un juicio derivado de un conflicto político llevado al extremo más extremo, una tramitación de unos Presupuestos por un Gobierno surgido de una moción de censura con un grupo minoritario en el Congreso y dependiente de los grupos políticos que aportan acusados a aquel banquillo y una cuenta atrás hacia un adelanto electoral que todo el mundo da por hecho -llevamos con ello ya un tiempo- y que, realmente, parece centrar todos los intereses de los jugadores. Así que los movimientos en el tablero, afecten al ámbito que afecten, no pueden dejar de interpretarse en clave electoral, horizonte 26 de mayo (comicios municipales, autonómicos, forales, europeos) u horizonte generales, sean cuando sean. La política, entre otras cosas y sobre todo, debe estar al servicio de los ciudadanos y no en permanente fluir hacia los resultados de unas elecciones.