C on motivo de la epidemia en la que estamos inmersos, nos hablan en la tele de la gripe masculina, concepto que al parecer incluso ha sido objeto de estudios científicos y según el cual los hombres somos más quejicas que las mujeres cuando nos ponemos malos. No es la primera vez que la publicidad nos presenta a todos como si fuéramos estúpidos, pero si vamos un poco más allá del chiste insulso y simplón, veremos que cuando nos ridiculiza exclusivamente por razones de género, cada vez que nos presenta abotargados por la cerveza y el fútbol, lanza una carga de profundidad contra la causa en la que torpemente aparenta militar. Recuerdo, por ejemplo, al tipo que era un patán fregando los cacharros. Aquel y este anuncio se dirigen a vosotras, las mujeres sois el target, y lo que vienen a deciros es que, sobre todo después de comer, la cocina es vuestro terreno natural, no el nuestro; y que antes de ir al Eroski os paséis por la farmacia para comprarle las medicinas al marido y de paso a los niños, que también son vuestro problema, y no el nuestro. Estos bastos guiones venden el más rancio de los tópicos, el de los rulos en el pelo y la bata de felpa, los pelos en el pecho y el palillo en la boca; pero el objetivo era pegar el cante y esta reflexión es la prueba de que lo han conseguido.