La irrupción del partido ultraderechista Vox en las pasadas elecciones autonómicas andaluzas, su capacidad -otorgada de manera irresponsable por las otras derechas, PP y Ciudadanos- para condicionar la gobernabilidad de esa comunidad, su exigencia de aceptación de algunos de sus postulados más retrógrados en cuanto a la violencia machista y la posibilidad -cierta- de que su incursión se extienda incluso a escala de todo el Estado ha desatado la lógica alarma en la sociedad y en las formaciones políticas. Sobre todo, después de que el PP liderado por Pablo Casado haya cedido a las pretensiones de la formación radical, rompiendo el consenso social y político en torno a la violencia de género y a la ley de igualdad, con el único objetivo de lograr su obsesión de alcanzar el poder. La actitud de Casado en este aspecto es del todo irresponsable. No solo acepta el chantaje de Vox, sino que radicaliza día a día sus posiciones para acercarse al ideario fascistoide de la derecha más rancia y nostálgica del franquismo. Solo las posturas sobre las políticas de igualdad y la violencia de género -regresar al caduco, equivocado y machista concepto de “violencia doméstica” ya le descalifica para ofrecer soluciones a este respecto- sería más que suficiente para que una formación que se considere democrática descartara cualquier acuerdo con Vox. Pero es que, además, este partido, homologable en ideología a las extremas derechas que amenazan la convivencia, el bienestar y el futuro en toda Europa, mantiene también políticas radicalmente retrógradas en cuestiones de derechos y libertades básicos como la inmigración, la unidad de España -no hay que olvidar que defiende acabar con todas las autonomías-, la familia, la homosexualidad o el aborto. Curiosamente, partidos que se declaran abiertamente “constitucionalistas”, como PP y Ciudadanos, están dispuestos a pactar y apoyarse en formaciones que mantienen postulados que chocan directamente con la Constitución. En esta tesitura, se impone la necesidad de un gran acuerdo político y social para hacer frente a esta ultraderecha de tintes liberticidas. Quizá la expresión “cordón sanitario”, utilizada en algún momento con el objetivo de frenar cualquier tipo de acuerdo con Vox, no sea del todo acertada, pero hay líneas rojas que no pueden ser traspasadas so pena de convertirse en corresponsable y cómplice del auge del neofascismo en España y en Europa.