El año 2018 que hoy concluye ha sido sin duda de importantes cambios en el que la excepcionalidad ha sido elevada a la categoría de normalidad en la vida política del Estado español. La moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy, presentada tras una demoledora sentencia que desnudaba judicialmente al PP como un partido corrupto, y la complicada y arriesgada alianza que aupó a Pedro Sánchez a la Presidencia puede considerarse el gran acontecimiento político del año por lo que ha supuesto de ruptura con la etapa anterior y por las expectativas levantadas, también en Catalunya y Euskadi. Aunque muchas de esas esperanzas de cambios sustanciales se han ido enfriando, el Gobierno español ha abierto una nueva etapa caracterizada por, al menos, la voluntad expresada de diálogo. En otro orden, pero también de naturaleza excepcional, la sociedad ha abierto en los últimos meses canales de movilización inéditos -fundamentalmente en favor de la igualdad de las mujeres y contra la violencia machista y por unas pensiones dignas- cuyas claves han sido su carácter multitudinario, la ausencia de grandes liderazgos y de protagonismo de partidos y sindicatos y su expresión absolutamente pacífica y que han hecho reaccionar a la clase política. Sin embargo, las perspectivas de cambio real no se han materializado. Así, el año 2019 que ahora comienza se vislumbra como crucial, bien para afianzar y concretar los cambios o bien para frustrarlos, en medio de una gran incertidumbre. Este nuevo año tiene un marcado sello electoral -el 26 de mayo tendrán lugar los comicios locales, forales-autonómicos y europeos y sigue sin descartarse el adelanto de las generales- y ahí es donde, con las grandes dudas de cuánto tiempo durará la legislatura de Sánchez y hasta dónde llegará la irrupción de la extrema derecha, se jugarán las batallas pendientes. En ellas, Catalunya tendrá un papel crucial, con el juicio y sentencia a los líderes del procés y el rumbo que adopte el independentismo. Por lo que respecta a Euskadi, también se abren expectativas no exentas de tensiones. Con unas buenas perspectivas económicas, el debate y concreción del nuevo estatus que tendrá lugar este año, la negociación de las transferencias pendientes, la consolidación de la convivencia y la fortaleza del cambio en Nafarroa serán los grandes retos sobre los que forjar complicados pero imprescindibles consensos.
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