La constatación la semana pasada de que, ante el paso atrás de EH Bildu en su negociación con el Gobierno Vasco, Euskadi no contará con Presupuestos para 2019 teniendo que recurrir a la prórroga de las Cuentas de este año ha dado paso, tras la lógica decepción inicial y el cruce de reproches, a la asunción del reto por parte del Ejecutivo de Iñigo Urkullu de mantener la apuesta por la estabilidad. Más allá de los lamentos por la imposibilidad de tener unos Presupuestos lo más acordes posible con las necesidades de la ciudadanía y las políticas previstas para ello, el Gobierno debe centrarse ahora en una nueva fase que implica no solo garantizar esa estabilidad, sino poner en marcha medidas y propuestas en línea con los ejes básicos del frustrado proyecto. Y hacerlo con garantía jurídica, esto es, eliminando la posibilidad de que las medidas puedan ser recurridas y anuladas por invasión de competencias, lo que podría suponer una mayor frustración. Es el caso, por ejemplo, de la subida de sueldo de los funcionarios vascos y el incremento de las prestaciones de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), que también beneficiaría directamente a los jubilados con las pensiones más bajas y, por tanto, más vulnerables. Ello implicará que muchas de las propuestas deban trasladarse al Parlamento Vasco para su tramitación, debate y, en su caso, aprobación. Y aquí es donde jugará, una vez más, la responsabilidad de cada una de las fuerzas políticas ante la ciudadanía. Hasta ahora, la oposición no ha estado a la altura, más allá de los discursos de cara a la galería. El PP, que había apoyado los Presupuestos de los dos años anteriores, ha mantenido una actitud absolutamente obstruccionista, en consonancia con la nueva política instaurada por el líder popular en el Estado, Pablo Casado, y el intento de pasar factura al PNV por apoyar la moción de censura de Pedro Sánchez. Elkarrekin Podemos, por su parte, también se ha autoexcluido de cualquier negociación, en una estrategia tan electoralista como equivocada. Y la actitud de EH Bildu ha vuelto a estar marcada por sus luchas internas y sus complejos ante la hegemonía abertzale del PNV. La estrategia que mantenga ahora cada partido será clave, aunque la contienda preelectoral no ayuda al acuerdo. La oposición deberá elegir entre intentar desgastar al Gobierno o mejorar la vida de la ciudadanía.