Que hasta el 15 de setiembre la llegada de inmigrantes en el Estado español haya triplicado las cifras del año anterior (37.979 entradas frente a los 16.090 de 2017) confirma que el reto planteado por la inmigración tanto en el Estado como en la Unión Europea no solo no se detiene sino que es creciente. Que a Euskadi lleguen cada año en torno a diez mil inmigrantes o que desde el 28 de junio hasta el 26 de agosto se haya atendido en los centros vascos a 3.204 migrantes en tránsito hacia Europa revela que ese reto atañe e interesa a la sociedad vasca. Al respecto, la propuesta Share que el Gobierno Vasco presentará al Gobierno español y en el Comité de las Regiones de la UE el próximo octubre añade la búsqueda de la ecuanimidad en las fórmulas de acogida a la virtud de ser pionera en tratar de buscar soluciones compartidas a ese reto. Aunque la propuesta es más amplia e incluye otras facetas como la subsidiariedad en gestión de permisos y visados o la ampliación de los recursos y de las vías de acogida, la inclusión de la referencia a la fiscalidad, la capacidad demográfica o el índice de desempleo en los parámetros de distribución de los migrantes posee además la virtualidad de superar los mensajes populistas que bajo el pretexto del rechazo a la inmigración ocultan un discurso netamente xenófobo. Porque al conformar las cifras de reparto de migrantes entre los Estados miembros, pero también dentro de estos entre las regiones o comunidades, considerando factores decisorios para determinar la capacidad de acogida los ingresos fiscales, la cantidad de población o el índice de desempleo, se deshace el falso argumentario de la ultraderecha emergente en Europa que apela a una presunta pero irreal tensión socioeconómica causada por la inmigración para hacer proselitismo a través del rechazo al diferente. No solo eso, la distribución acordada y ponderada de la inmigración que llega y seguirá llegando a Europa en virtud de la capacidad de cada ciudad, región o nación evitará que sigan proliferando las tiranteces nacionalistas entre Estados y colaborará en afrontar asimismo el dilema de la renovación de una sociedad envejecida como la europea -o, en su caso, la vasca- y las consecuencias de ese envejecimiento en el mercado de trabajo o en la sostenibilidad del estado de bienestar.