LA repentina muerte de Kofi Annan, ex secretario general de la ONU y premio Nobel de la Paz, ha dejado al mundo sin uno de sus referentes más reconocidos en la lucha en favor de los derechos humanos y de la paz. Si algo caracterizó la vida de Annan -nacido en Kumasi, Ghana, en 1938- fue su dedicación absoluta a la causa de las Naciones Unidas, la búsqueda de fórmulas para acabar con los conflictos violentos y las guerras y, en general, la defensa de la vida, de los desfavorecidos y de la justicia. Sus dos mandatos al frente de la ONU -de 1997 a 2006- fueron cruciales para el futuro de una institución que hasta ese momento había jugado un papel menor y, en la práctica, meramente burocrático. Frente a ello, ejerció un liderazgo que llevó a las Naciones Unidas a tener un protagonismo clave como institución reconocida internacionalmente y aceptada como garante -al menos en el plano teórico- de los derechos humanos. Es cierto que, aún hoy, los principios, valores y acciones intrínsecos a la ONU son en muchos casos mero papel mojado ante la actitud de muchos países y organizaciones, pero su autoridad moral -fruto, entre otros, de la labor de Kofi Annan- está fuera de toda duda. Por ello, Annan fue galardonado en 2011 con el premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a su trabajo “por un mundo mejor organizado y más pacífico”. En este sentido, cabe destacar desde Euskadi su activo papel y su aportación al proceso que culminó en el fin definitivo de ETA. Sus pronunciamientos en favor de un final dialogado, su presencia física en la Conferencia de Aiete junto a otras personalidades internacionales como Jonathan Powell, Bertie Ahern y Gerry Adams en 2011 en la que se exigió a la organización terrorista que abandonara su actividad violenta y que derivó en su cese definitivo, e incluso su último mensaje durante el acto de desarme en Kanbo han contribuido, sin duda, a que la paz en Euskadi sea hoy una realidad. Una contribución que fue reconocida ayer mismo tanto por el lehendakari, Iñigo Urkullu, como por el dirigente de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi, entre otros, quienes resaltaron su papel activo en el fin del conflicto. Más allá de ello, el legado de Kofi Annan debe continuar en ámbitos como la paz, los derechos humanos en toda su extensión, la lucha contra la tortura -a la que dedicó parte de su vida-, contra la pobreza o el cambio climático.