La estructura de Gobierno que ha presentado Pedro Sánchez da de sí para un amplio número de calificativos. Su mayoría de mujeres al frente de carteras ministeriales -once sobre 17- no debería llamar la atención si realmente se hubiese interiorizado, no ya el principio de paridad, sino el de igualdad de acceso a responsabilidades. En base a esa igualdad tan natural debería ser esta composición como la contraria. Lo llamativo que resulta el caso retrata su excepcionalidad. Es una reflexión colateral a la propia composición que se caracteriza por una mixtura entre personalidades con un perfil muy técnico reconocido en sus diferentes sectores, algunas de referencia mediática y otras de marcado carácter político. Quizá la necesidad de responder a esos tres objetivos de contener el factor político -Calvo, Ábalos, Borrell, ...- , ofrecer un flanco técnico difícil de cuestionar por principio -Calviño, Delgado, Grande-Marlaska- y no renunciar a que el ciudadano no politizado reconozca algunos rostros que quizá no asociaba al socialismo o ni siquiera a la actividad política -Duque o Huerta- ha determinado un gabinete tan extenso. En todo caso, las primeras lecturas de esa composición parecen hablar de una expectativa de permanencia. Son apuestas de Sánchez pero también de cada uno de los incorporados al Ejecutivo, algunos de los cuales poseen un pasado y un presente profesional, cuando no un futuro, más que significativo. Difícilmente cabría pensarse que se trata de apuestas de corta vigencia. Desde luego no para encarar una cita con las urnas en el plazo de este año y sí con la percepción de que un gabinete amplio, con capacidad de centrarse en aspectos sectoriales muy específicos y, en consecuencia, con margen para aportar presencia en todos ellos con cierta especialización, busca asentar una acción de gobierno limitada por la debilidad parlamentaria pero con voluntad de agotar legislatura. Si es así, muchos de esos nombres pueden ser activos de la estrategia de imagen del presidente Sánchez y del propio PSOE, que necesita vincular sus siglas a rostros nuevos tanto por la ventaja competitiva respecto al resto de fuerzas españolas, cuyos líderes de referencia sufren ya desgaste, como por la propia situación interna de división larvada en el partido que antes o después deberá resolverse con un liderazgo fuerte.
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