La desigualdad entre hombres y mujeres, la discriminación por razón de género y la invisibilización de la mujer y de su trabajo abarcan amplios ámbitos sociales y laborales. Es una cuestión que se percibe a diario y cuyos efectos perniciosos suponen un perjuicio objetivo tanto para las propias mujeres como para toda la sociedad. Uno de los más significativos, por sus propios efectos a nivel social, es el de la histórica invisibilización de la contribución de las mujeres a la ciencia. Una discriminación que persiste hoy en día. De hecho, y por iniciativa de la ONU, desde hace dos años se celebra hoy 11 de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con el objetivo, precisamente, de reivindicar el papel que han tenido muchas mujeres en el estudio y desarrollo de la ciencia, en los descubrimientos científicos que han supuesto un mayor progreso y bienestar para todos. No cabe duda de que si alguien piensa en grandes investigadores o en hallazgos que han revolucionado la ciencia, la inmensa mayoría de nombres -que también aparecen en las historias oficiales- son de científicos hombres. Y, sin embargo, la contribución de las mujeres al conocimiento y al progreso ha sido extraordinario. Precisamente, este año este día internacional que reivindica la labor de las mujeres se ha marcado como objetivo la lucha contra la discriminación femenina en Ciencia y Tecnología ya desde la educación. Según los últimos estudios realizados, a los seis años las niñas ya asocian brillantez con masculinidad, en la adolescencia sienten mayor ansiedad ante las matemáticas que los chicos y cuando llegan a la Universidad su escasa autoestima es un hecho: las mujeres solo son el 25% de los alumnos de ciencias. Según datos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el 58,06% de las plazas de personal investigador en formación eran para mujeres, frente al 41% de los hombres. Todo ello indica que, además de en otros ámbitos, el mundo de la ciencia está profundamente masculinizado, lo que equivale a decir que la mujer y su trabajo están injustamente invisibilizados. La primera labor debe arrancar, por ello, desde la educación, pero no es la única. No se trata solo de que cada vez más chicas accedan a carreras científicas, sino que después puedan desarrollarlas en plenitud, con las mismas garantías, derechos, deberes y reconocimiento social que los hombres.
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