La comparecencia ayer en el pleno monográfico del presidente del Gobierno español Mariano Rajoy para dar explicaciones a la oposición parlamentaria, y por ende, a toda la ciudadanía en la sede de la voluntad popular, sobre la trama Gürtel, si bien se anunciaba como un asedio de todas las formaciones de la cámara baja frente al PP tras impulsar la celebración de la sesión, acabó convirtiéndose en una suerte de vergonzoso paseo de Rajoy en un pleno sobre corrupción donde el principal interpelado obvió el objeto de esta comparecencia extraordinaria. Al igual que sucedió hace un mes, cuando tuvo que declarar como testigo en el juicio a la trama de las empresas de Francisco Correa y la financiación del PP que se sigue en la Audiencia Nacional, el formato diseñado por la presidenta del Congreso Ana Pastor, con intervenciones sin límite de tiempo y reservándose el turno de réplica final tras las respuestas en bloque a los grupos en un pleno sin votaciones, dibujó una sesión a su medida que no hizo sino favorecer el discurso del presidente en tiempo y modo apelando al hastío que le genera seguir hablando de lo que precisamente no habla. En las filas del PP se calificaba esta sesión como una encerrona que acabó revelándose en el más propicio de los escenarios, atendiendo a la expectación causada, para hablar de los asuntos hacia los que Rajoy quería desviar la atención, situando como escudo a la petición de explicaciones por la corrupción, los atentados yihadistas en Barcelona y el proceso soberanista catalán y priorizando así hacia la opinión pública los dos asuntos de amplísima envergadura de las últimas semanas sin mencionar ni una sola vez el propósito para el que estaba convocado y realizando a la oposición una invitación hiriente a plantear otra moción de censura tras la fracasada el pasado junio. El regusto final no puede ser otro que el de la insatisfacción de una oposición ninguneada aunque unida, esta vez sí, para que Rajoy ventilara el asunto sin dar explicaciones al poder legislativo y tal y como hizo un mes antes, frente a los agentes del poder judicial de no asumir responsabilidades políticas sobre la mayor trama de corrupción política en el Estado español en una época (1999-2005) en la que Rajoy fue vicesecretario, secretario general y presidente de su formación.