La investigación, absolutamente necesaria, sobre todos los aspectos -y hay que subrayar que han de ser todos, sin excepción- que pudieron fallar en los atentados que tuvieron lugar la semana pasada en Barcelona y Cambrils con el trágico balance conocido ha de ser exhaustiva, reposada y rigurosa. Nada que ver, por tanto, con el seudodebate que está teniendo lugar en los últimos días en el Estado español, que busca más el desgaste y el aprovechamiento político que la búsqueda real de errores con el objetivo de mejorar la seguridad de la ciudadanía. Es obvio que la mejor manera de evitar un posible atentado yihadista es la prevención, y no solo la que tiene que desarrollar la Policía en materia de seguridad, imprescindible sin ninguna duda, y que parece que es lo único que está en el centro de esta estéril polémica sobre la actuación y coordinación entre los distintos cuerpos policiales, no solo entre las Fuerzas de Seguridad del Estado y los Mossos d’Esquadra, sino incluso entre las propias Policía Nacional y Guardia Civil. Mientras tiene lugar este penoso debate que ha hecho aflorar muchas miserias, hemos conocido ahora que el Gobierno Vasco lleva meses trabajando en un plan global contra el yihadismo que no se queda únicamente en la lucha antiterrorista y el control policial, sino que supone una estrategia mucho más ambiciosa y multisectorial que, bajo el liderazgo del lehendakari Iñigo Urkullu y la coordinación del secretario general de Convivencia, Jonan Fernández, implica a tres departamentos distintos: Seguridad, Educación y Políticas Sociales. Se trata, así, de afrontar el problema del radicalismo islamista desde sus mismas raíces y hasta la prevención de un hipotético ataque, pese a que la situación en Euskadi no es comparable a la que existe en otros lugares, incluido Catalunya. De esta manera, la estrategia busca atajar las causas de la radicalización y posible captación de jóvenes musulmanes evitando su exclusión y facilitando su integración social -la Ertzaintza ya mantiene una relación fluida con todos los imanes de las mezquitas-, además de incidir de modo especial en poner freno a las actitudes xenófobas llevando a las aulas vascas los testimonios de inmigrantes, refugiados y miembros de distintas confesiones religiosas. En definitiva, un plan real, concreto, global que puede dar muy buenos frutos en el presente y en el futuro.