La confirmación de que los Mossos d’Esquadra lograron ayer interceptar y abatir a Younes Abouyaaqoub, el yihadista que presuntamente perpetró el atropello múltiple en la Rambla de Barcelona y en su huida asesinó también a un joven al que robó el coche, cierra -a la espera de posteriores investigaciones- el infernal círculo de muerte al que se había entregado la célula terrorista liderada por el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, autor intelectual de los ataques. La policía catalana, tal y como señaló ayer su responsable Josep Lluís Trapero, trabajaba con la hipótesis de que la célula islamista estaba compuesta de doce personas. De ellas, ocho han muerto (dos, entre ellos el imán, en la explosión de la casa de Alcanar donde elaboraban la mortífera carga con la que pretendían sembrar Barcelona de cadáveres, cinco fueron abatidos por los Mossos en Cambrils y el fallecido ayer) y cuatro están detenidos, con lo que al menos esta célula está totalmente neutralizada y no podrá volver a asesinar a nadie. La operación, pese a la tragedia padecida, supone un éxito para los Mossos, aunque algunos hayan “jugado sucio”, como señaló Trapero, acusándoles de falsos errores cometidos. Mención especial merece, también, la colaboración ciudadana, imprescindible para la localización de Abouyaaqoub. Sin embargo, quedan aún cuestiones pendientes. En primer lugar, sobre la investigación, que a buen seguro arrojará más luz sobre este brutal ataque del Estado Islámico. También en el terreno social, donde la ciudadanía -en su conjunto, incluida especialmente la comunidad musulmana, como se demostró ayer- está teniendo un comportamiento ejemplar. Y, sobre todo, en el aspecto político, donde están siendo continuos los llamamientos a la unidad frente al terrorismo islamista. Ayer tuvo lugar la escenificación de esa frágil unidad, con la reunión del denominado pacto antiyihadista, al que, además de sus firmantes (PP, PSOE y Ciudadanos) acudieron por primera vez como observadores PNV, PdeCat y Compromís, además de Podemos e IU, con la sola ausencia de EH Bildu. El encuentro -posible únicamente por los dramáticos momentos que se viven- dejó patente que las diferencias -más allá de la necesidad de unir fuerzas y de la coordinación policial- son casi insalvables y que urge un nuevo pacto, diferente, plural, que garantice la seguridad pero también la libertad y la legalidad, para luchar con más eficacia contra el terror.
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