La continuación de las acciones en contra del turismo que protagoniza Ernai, las juventudes de Sortu, desoyendo la opinión contraria a las mismas expresada públicamente por quien todavía es el secretario general de dicha formación, Arnaldo Otegi, derivan en un debate que, superado el de su insustancialidad, ya que en Euskadi y salvo casos concretos carecen de justificación, y el de su desproporción, dado que sus modos no son admisibles, se centra en la incongruencia en la que sumergen tanto a Sortu como a la coalición EH Bildu en la que se inserta Sortu y a la que Sortu aporta la mayor parte de su fortaleza sociopolítica. En cuanto a este partido, la incoherencia de que sus juventudes protagonicen y publiciten modelos de protesta que su principal dirigente y alguna otra voz con autoridad consideran inapropiadas va más allá de la rebeldía generacional para insertarse en las tensiones sobre el accionar político y la modulación de su ideología, que incluyen el cuestionamiento de la participación institucional y la conversión hacia una izquierda posicionada en la sociedad para transformarla por parte de algunos sectores de la izquierda abertzale que se resisten a esa evolución y se sitúan al margen -en vanguardia, según la terminología afín- de lo que percibe y pretende la mayoría social de nuestro país. Dichas tensiones, en todo caso, tienen asimismo su traslación a EH Bildu, dado que Sortu es la parte mayoritaria -y dominante- de la coalición que dice pretender (o estar en proceso de) convertirse en una estructura política más homogénea bajo la coordinación general del propio Otegi y la aquiescencia de las otras formaciones que la integran: Aralar, Eusko Alkartasuna y Alternativa. De hecho, de la contención de las derivas antisistema en el interior de Sortu depende asimismo que EH Bildu pueda seguir conformado una alternativa como la que actualmente le sitúa de segunda fuerza en Hegoalde por detrás de EAJ/PNV. Entre otros motivos por la dificultad de que dicha alternativa o su actor principal, es decir, Sortu, aliente o permita actividades antisistema, antisociales incluso, dañinas para la imagen y la consideración de nuestro país, y sus socios las obvien, ignoren o justifiquen el fondo que reivindican, al tiempo que la coalición pretende ofrecer una opción de gobierno a la sociedad -al sistema, según la terminología afín- a la que esas actitudes perjudican.