Bueno, imagino que ya lo tendrán señalado en rojo en el calendario, 1 de octubre. La pregunta del millón en las últimas semanas, lo digo porque la he oído bastante aunque a nadie le he escuchado una respuesta firmemente convencida, es ¿qué va a pasar en Catalunya? Y la consiguiente, ¿habrá referéndum? Y ya metidos en harina, ¿cómo? ¿Con quiénes? ¿Dónde? ¿Lo permitirá Madrid? ¿O cómo piensa evitarlo y hasta dónde está dispuesto a llegar? Y claro, si llega a haber referéndum ¿qué va a pasar después si gana el sí? ¿Y cómo tiene que ganar el sí? En realidad, la pregunta del millón son más bien un millón de preguntas. Y pocas, muy pocas, respuestas. En plan minuto y resultado, se diría que el momento actual es el de los faroles, el de elevar la apuesta a ver si el de enfrente se achanta o entra al trapo -según-, y el de la tensa espera. En Moncloa, por ejemplo, deben de estar acariciando con la yema de los dedos el gatillo judicial para disparar en cuanto la Generalitat dé forma jurídica a lo que hasta ahora a efectos prácticos es, por cierto, un mero anuncio -por muy solemne y trascendental que fuera, y lo fue-. Y el espectador, mientras tanto, como puso de moda Simeone, partido a partido, capítulo a capítulo, que esta serie es larga y aún pueden pasar muchas cosas.
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