sorprendido estoy por la despedida de Mauricio Pellegrino. ¿Por qué se va? ¿Por qué el Alavés no ha querido o podido renovarle? ¿Qué ha pasado en apenas dos meses desde aquel “mi renovación sería cuestión de diez minutos” al misterioso adiós del lunes nada más finalizar una de las dos temporadas más exitosas en la historia albiazul? Una situación extraña y más aún por la frialdad del club y del propio entrenador a la hora de separar sus caminos. Las explicaciones no son suficientes, al menos para mí. Ni el Alavés da su versión de los hechos -salvo ese lacónico “hicimos todo lo posible” del secretario técnico- ni el propio Pellegrino aduce razones de peso para marcharse. No son razones familiares, o eso dijo. Tampoco está enfadado con el club, o eso afirmó. Quizá su cambio de opinión sea debido entonces a una oferta más atractiva de otro equipo, que tampoco quiso desvelar. Da la sensación, por ahora, de que la oferta de renovación ha sido demasiado rácana en lo económico o de que el proyecto deportivo que le han puesto encima de la mesa para la próxima temporada supone un reto inasumible para el argentino. En cualquier caso, la credibilidad del Alavés queda en entredicho, como mínimo para su hasta ahora entrenador. Otra cosa es que sea capaz de reinventarse de nuevo. Ojalá.