La destitución del director del FBI, James Comey, responsable de la investigación sobre las presuntas relaciones entre el Gobierno ruso o el entorno de su presidente, Vladimir Putin, con la campaña electoral que llevó a la presidencia de Estados Unidos a Donald Trump y, sobre todo, las contradictorias explicaciones que respecto a los motivos y decisión de dicho cese se han dado desde la Casa Blanca acrecientan cada día el escándalo sobre lo que en Washington ya ha comenzado a denominarse Russiangate, en directa alusión al caso Watergate que finalizó con la hasta ahora única dimisión de un presidente de EEUU., el también republicano Richard Nixon, en 1974. Ciertamente, los paralelismos entre las investigaciones que costaron la presidencia a Nixon y las que ahora desarrollan tanto el FBI como el Comité de Inteligencia del Senado son evidentes. No ya porque como ahora con Comey también Nixon llegase a cesar al responsable de aquellas pesquisas, el entonces fiscal especial Archibald Cox, sino porque unas y otras se refieren actividades ilegales y/o alegales con el fin de favorecer el éxito electoral de los candidatos republicanos y en ambas se habrían involucrado miembros del círculo más cercano al ocupante del despacho oval. De hecho, tanto el actual portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, como el fiscal general Jeff Sessions, nombrado por Trump tras firmar el cese en el cargo de Sally Yates, y su adjunto, Rod Rosenstein, parecen ya marcados por el Russiangate y aún pueden estarlo más tras la citación del Senado al ex asesor de Seguridad de Trump, Michael Flynn, obligado a renunciar tras conocerse sus contactos con funcionarios rusos y filtrarse sus reuniones con el embajador ruso Sergey Kislyak en plena campaña. La propia afirmación de Trump de que Comey le dijo que él no estaba siendo investigado recuerda a los vanos intentos de Nixon de limitar el escándalo a su entorno. Y como señalaba el jueves quien fuera su asesor durante el Watergate y resultara condenado por el mismo, John Dean, cada movimiento de la Casa Blanca sobre el Russiangate “es una muestra de acciones para encubrir algo”. De ahí la advertencia de quien tras el cese de Comey se ha hecho cargo interinamente de la dirección del FBI, Andrew McCabe, quien asegura que la influencia de Rusia en la campaña es un asunto serio que no van dejar de lado.