Solo hay una forma de ser vitoriano, no te engañes. Por lo menos, de ser uno bueno. De esos que reciben credenciales de autenticidad otorgadas por alguna sacrosanta agrupación que hace tiempo se autoproclamó la guardiana de las esencias sin que nadie se lo haya pedido nunca. Eso ha sido siempre así. Ya lo decía mi viejillo. Hasta cuando algunos VTV se iban a airear sus partes en su Nueva Dentro natal allá por los 40 y los 50 había clases. Solo algunos colgajos eran -y son- los elegidos para tener pedigrí. Entonces y ahora, cuanto antes asumas que no estás entre los llamados por la excelencia local, mejor. Vitoria y algunos vitorianos primero. A lo Trump, vamos. Así que las tradiciones se cumplen, incluso las que suponen abuso de poder, clientelismo y servilismo. Es más, estas tres últimas son las mejores. No seas valiente para intentar otra cosa. Ten en cuenta, además, que si se te ocurre criticar o cambiar algo, serás minusvalorado o acusado de anti-vitorianismo, que ya es el acabose. Te creerás, sobre todo si eres muy joven, que esto que está escrito en estas líneas es una exageración y que en 2017 no existe ese establishment. Te puedo hacer rápidamente una lista de cosas que poner a parir y luego me cuentas qué te pasa. Puedes empezar por...