Los lamentables actos de violencia callejera y vandalismo que tuvieron lugar la noche del sábado en Iruñea cometidos por algunos manifestantes convocados por la disidencia de la izquierda abertzale (ATA) muestran de nuevo la existencia de un grupo política y socialmente insignificante pero peligroso de nostálgicos de los tiempos en los que la utilización de métodos violentos era habitual en las calles y que busca el enfrentamiento abierto para hacerse notar ante su incapacidad para obtener apoyos a sus totalitarios fines. No es la primera vez, ya que estos grupos han protagonizado anteriormente actos similares, fundamentalmente en protestas llevadas a cabo en la UPV/EHU. Pero, además, estos incidentes con lanzamiento de objetos como botellas y piedras y la quema o destrucción de contenedores y otro elementos del mobiliario urbano de la capital navarra y que se saldaron con cuatro detenidos -uno de ellos menor de edad- han tenido como consecuencia la inmediata y generalizada respuesta de la sociedad y de las instituciones en forma de rechazo unánime de la clase política navarra y sus instituciones. En este sentido, es destacable que mientras EH Bildu, coalición en la que se integra el partido de la izquierda abertzale, se ha unido al rechazo de partidos, organizaciones e instituciones -con el Gobierno de Nafarroa y el Ayuntamiento de Iruñea y su alcalde, Joseba Asiron, a la cabeza- a unos hechos que “retrotraen la ciudad a tiempos pasados que no tienen cabida” y rompen la convivencia social, Sortu se ha adentrado en un desmarque mucho más matizado, dando quizá muestras de incomodidad, para alejarse de “los análisis y las estrategias” de ATA. Es obvio que la izquierda abertzale oficial no está cómoda con la existencia y los postulados del denominado movimiento por la amnistía y contra la represión, que le cuestiona de forma constante sobre sus “renuncias” políticas y amenaza con arrebatarle una parte de su militancia. A Sortu se le hace complicado denunciar ahora la utilización de la kale borroka que la izquierda abertzale utilizó, justificó o alentó durante décadas. Sin embargo, la apuesta por las vías exclusivamente políticas supone no solo la renuncia a la violencia, sino también su deslegitimación sin matices. Sortu no puede seguir utilizando a EH Bildu como escudo para esconderse de su propia responsabilidad.