A medida que coge ritmo la legislatura vasca van activándose los foros en los que las fuerzas parlamentarias electas deberán desarrollar sus proyectos para el país. Así, la constitución de la Ponencia sobre Autogobierno ayer mismo define un terreno de juego importante a la hora concretar el qué, el cómo y el cuándo del reforzamiento de la capacidad de Euskadi de gestionar sus propios intereses. No obstante, también ayer, la sesión de control celebrada en la misma Cámara permitió contrastar la dificultad de canalizar en un procedimiento compartido las voluntades políticas que discrepan en los medios más allá incluso de las ya sabidas divergencias sobre los fines. El procedimiento institucional que defiende el lehendakari, Iñigo Urkullu, pasa por un acuerdo previo en el seno del Parlamento que permita llevar una sola voz a una posterior negociación bilateral con el Estado. Las dudas o incluso el cuestionamiento de la metodología son legítimas en democracia. Ejemplos hay que acreditan que la voluntad de diálogo del actual Gobierno español es muy cuestionable en esta materia. Pero lo que debería haber quedado superado en el debate procedimental es la presunción de que la unilateralidad es un modelo con visos de más futuro, como defiende EH Bildu. Como recordó Urkullu, la verdadera fuerza del proceso de consolidación y crecimiento del autogobierno vasco y de las formas que posteriormente pueda adoptar -incluyendo el Estado vasco al que aludía también ayer Arnaldo Otegi- está en el consenso que le aporten las diferentes sensibilidades de la propia sociedad vasca. La unilateralidad tiene un respaldo minoritario en Euskadi y esa es su debilidad. Puede hacer de ella su bandera y argumento de cohesión la izquierda abertzale, pero eso sólo le otorgará su gestión en exclusiva, no la creación de una mayoría social detrás de ella. Por ello, cuando Maddalen Iriarte recurre a la sesión de control para proyectar el debate fuera de la Ponencia de Autogobierno y anuncia un trabajo paralelo en la calle, sería conveniente que se concretaran los procedimientos, los tiempos y los objetivos de ese camino para que no quede en una proclama de consumo interno que no propicia la creación de una base social amplia mediante el diálogo, la aportación y también la concesión. Tres activos que no se van definir por la mera reivindicación, sin el marco democrático que aportan las instituciones.