Eran pocos, y parió la abuela. Y doy fe de que tal circunstancia es literal. Apenas un par de minutos antes de empezar a unir estas letras con la escasa competencia que suele ser habitual cada vez que mi estropeada anatomía facial emerge en este pequeño espacio, mi asombro había llegado a esos extremos en los que los ojos amenazan con salirse de las cuencas. Toda la perplejidad obedecía a una información que explicaba que una mujer de 64 años acababa de dar a luz a gemelos en un centro hospitalario de Burgos, confirmándose como la segunda más longeva en parir en España. La situación, aparte del debate ético y moral que acostumbra a derivarse de situaciones, digamos que poco habituales para la biología humana, me procuró un sibilino dolor de cabeza similar al que me surgía antaño, en épocas pretéritas, después de visitar (así, en general) al sector hostelero. Supongo que todo se debe a que mis cortas entendederas sufren cuando han de analizar casos como el descrito que, aparte de por lo evidente, acumulan tras de sí un bagaje, cuanto menos, peculiar. No en vano, a la citada los servicios sociales le retiraron hace unos años la custodia de una hija en situación de desamparo también nacida con fecundación in vitro. Comprenderán que los humanos me sigan sorprendiendo.